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mi pobre familia.» Sancho consultó nuestros ojos, y dió al pobre abundantes fragmentos de la comida, bien que con la condicion de que se comeria en el acto una parte.

Sentóse pues á poca distancia de nosotros y comió pausadamente, con una finura y una sobriedad, que hubieran podido honrar á un hidalgo. Yo creí descubrir en él una especie de tranquila dignidad y atenta cortesanía, que anunciaban que habia conocido mejores dias; pero no habia nada de esto: no tenia mas que la política natural á todo español, y aquel aire poético que caracteriza los pensamientos y el lenguage de este pueblo vivo é ingenioso. Nuestro peregrino habia sido pastor por espacio de cincuenta años, y al presente se hallaba desacomodado y