Página:Cuentos de la Alhambra (1833).pdf/42

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
(30)

pedí limosna, y —Perdone usted por Dios, hermano, fue otra vez la respuesta que recibí, cerrándose al mismo tiempo la ventana. Salíme casi arrastrando del patio, pronto ya á desmayarme; y creyendo que era llegada mi hora, me dejé caer contra la puerta, me encomendé de todo corazon á la Vírgen nuestra señora, y me cubrí la cabeza para morir. Á pocos minutos llegó el dueño de la casa, y viéndome tendido á su puerta, se compadeció de mis canas, me hizo entrar y me dió algun alimento, con que pude recobrarme. Ya veis, señores, que nunca debe perderse la confianza en la proteccion de la santísima Vírgen.»

El anciano se dirigió hácia Archidona, su pais natural, que descubríamos á poca distancia en la cima