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la casa y sus habitantes tenian cierto aspecto de contrabando: la carabina descansaba en un rincon, junto á la guitarra. El referido caballero pasó la noche en la posada, y cantó con mucha espresion diferentes romances guerreros de las montañas. Estando nosotros cenando, llegaron dos pobres asturianos pidiendo un pedazo de pan y un asilo para pasar aquella noche. Habíanlos asaltado los ladrones al volver de una feria, y despues de robarles el caballo con las mercaderías que llevaba, el dinero y una parte de sus vestidos, los habian apaleado porque quisieron defenderse. Mi compañero, con la pronta generosidad que le es natural, pidió cena y cama para los dos, y les dió el dinero que necesitaban para llegar á sus casas.