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yos, que parecen obra de las hadas, apenas puede concebirse cómo el tiempo, los temblores de tierra, el abandono y la rapiña de los viageros curiosos, no menos temible que la de los guerreros, ha perdonado una parte tan grande de este monumento: estas reflexiones podrian casi hacer admitir la tradicion que le supone protegido por un encanto. Á un lado del patio, por una puerta ricamente adornada, se entra á una gran pieza embaldosada de mármol blanco, llamada la sala de las dos hermanas. Una cúpula abierta da paso al aire esterior, y deja penetrar una luz templada; la parte inferior de las paredes está incrustada de hermosos azulejos moriscos, en los cuales se ven los escudos de armas de los reyes moros; la su-