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HORACIO QUIROGA

papa!..." ¿qué será eso?... "¡buen día, Pedrito!..."

El loro hablaba siempre así, como todos los loros, mezclando las palabras sin ton ni son, y a veces costaba entenderlo. Y como era muy curioso, fué bajando de rama en rama, hasta acercarse. Entonces vió que aquellas dos luces verdes eran los ojos de un tigre que estaba agachado, mirándolo fijamente.

Pero Pedrito estaba tan contento con el lindo día, que no tuvo ningún miedo.

—Buen día, tigre! — le dijo. — "La pata, Pedrito!..."

Y el tigre, con esa voz terriblemente ronca que tiene, le respondió:

¡Bu-en dí-a!

—¡Buen día, tigre!—repitió el loro. — "Rica, papa!... ¡rica, papa!... rica, papa!..."

Y decía tantas veces "rica, papa!" porque ya eran las cuatro de la tarde, y tenía muchas ganas de tomar té con leche. El loro se había olvidado de que los bichos del