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HORACIO QUIROGA

a pasar por allí, y siempre, siempre habría pescados.

Pero al día siguiente volvió el vapor, y cuando los yacarés miraron el buque, queduron mudos de asombro; ya no era el mismo buque. Era otro, un buque de color ratón, mucho más grande que el otro. ¿Qué nuevo vapor era ése? ¿Ese también quería pasar? No iba a pasar, no. ¡Ni ése, ni otro, ni ningún otro!

—¡No, no va a pasar! — gritaron los yacarés, lanzándose al dique, cada cual a su puesto entre los troncos.

El nuevo buque, como el otro, se detuvo lejos, y también como el otro bajó un bote que se acercó al dique.

Dentro venían un oficial y ocho marineros. El oficial gritó:

—¡Eh, yacarés!

—¿Qué hay! — respondieron éstos.

—¿No sacan el dique?

—No.

—¿No?

—¡No!