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Reveladoras — 195

Y el grito encontró inmediatamente un eco formidable y espantoso en el circo entero, que se levantó de horror: se había visto a Elia resbalar sobre la jaca... entre sus patas después, allí sacudida y pisoteada y lanzada al centro de la pista, exánime.

Fué un segundo. Káiser se paró dando botes, y el director y unos cuantos artistas se precipitaron hacia la niña...

Lloraba y pateaba Rodrigo, desesperado, en el tumulto del público. Lloraba mucha gente. Lloraban las señoras en las plateas... A través de las lágrimas, cuando, iniciada por la compasión una dispersión general. Petra, doña Luz y Josefina, recogida al paso, salían, vió todavía Rodrigo la gorrita verde de la niña a un lado, mientras que a ella la transportaba un grupo de gente — entre cuyos cuerpos descubríase, colgando, llena de sangre, la rubia cabecita.

— «¡Como su madre!» — pensó Rodrigo refregándose los ojos con el pañuelo después que hubo el grupo desaparecido en el interior... Sentíase cobarde para escapar a verla, a besar a la pobre amiguita suya.

— «¡Como su madre!»

Una noticia le llegó en la puerta. Una noticia que aumentó su aflicción y que le hizo llorar más por el miedo a que muriese:

— «¡Vivía miss Elia!»