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Lo Irreparable — 257

Margot que la reconociesen los médicos, igual que a la criada, colgando en plena plaza una tablilla!... Gran pena entonces (porque cada cosa de éstas le iban aumentando al bello juez la certidumbre de que ella estaba pura) para los fracasados pretendientes y las amigas envidiosas..., cualquiera de los cuales habría escrito el anónimo. Emeria, no; era una aturdida, a quien todo le importaba dos cominos: ya hablaba con otro forastero por la reja..., con un capitán de la Remonta; ya le estaría dando la muñeca a besar...


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Otro día, la Prensa, con títulos de gala, trajo otra larga información, que fué para la ciudad de inmenso regocijo y cruel para Athenógenes. Los cuatro famosos criminales el Trianero, el Rascao, el Obispo y el Raigón, habían sido capturados junto a Córdoba.

¡Cómo comprendió el infortunado juez, casi pesaroso de sus golpes a Morcillo, la indiferencia del ajeno mal ante la vanidad de un triunfo resonante! De una manera inversa, hoy, antes estos periódicos, que le acusaban de torpe sin querer, él, sufriendo la tristeza de la suerte de otro compañero, hubiera dado algo por que no cogieran nunca a los bandidos..., así robaran y matasen a media Andalucía... Muy torpe, sí, muy torpe, y más estúpido que el corresponsal. Por haber contribuido él a afirmar que no estaban en Extremadura los