Página:DAlmeida Ciudad del Vicio.djvu/118

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida

FIALHO D'ALMETJTIDA

viejo... De trecho en trecho, en el país cerealífero, uno u otro olivar derrengado ponía un gesto aflictivo en la crueldad del cielo. Y hacia la otra orilla, en escua- drón cerrado, las encinas desfilaban en negruras guerreras y formidables, cubriendo el suelo por le- guas enteras y marchando en silencio, como para alguna sorpresa. Durante el día entero, el rebaño re- corriera el pasto comido y recomido de las praderías de Montaláo, habiendo acampado de mañana en las llanuras y falda de la cordillera, subiendo lento por senderos y lade: as, y llegando por fin a las planicies. Con semejantes calores, imposible dormir en los co- rrales; morían ovejas de asfixia y morriña, por las inclemencias del clima, y las putrefacciones del agua; y la penuria del pasto traía a los rebaños flacuchos, atrasaba, las crías y consumía, los labradores... Desi- derio Jacinto, pastor de rebaños, hacía muchos años que no había visto mortandad así; ¡ni que fuese cosa de Dios para castigo de nuestros pecados]...

No era el amo solo quien sufría los rigores de la calma chicha; que si las pérdidas de él eran mayores, más nutridos venían también los beneficios, habiendo ocasión de traerle escudos (1) en sacos, de las ferias donde le mandaban a vender cabezas de gana- do... Pero el pastor sufría por encima de todos; ¡de las once ovejas que en el rebaño tenía suyas, tres habían muerto ya de gafura y las otras... Dios sabe!...

Ahora esa noche ds rastrojo en los oteros había


(1) Soberanos, escribe Fialho porqueantes de la República que ha implantado los escudos, llamábanse también «soberanos» las monedas equivalentes con la Real efigie. - N. del 7.

—11s —