FIALHO D'ALMETDA
mudos, que al expirar del amigo o del hermano, quieren blasfemar y tienen la lengua impotente... Ese coró decía la tristeza de los cautivos, lejos de la pa- tria, levantando brazos suplicantes entre oleadas de sombra trágica y miembros flageladores de espec- tros... Y a veces, despacito, como si fuese en secreto, decía palabras articuladas de queja e ibase apagando, apagando...
Poniendo la vista sobre él podríase*contar, por es- cuadrones ese ejército armado de cuernos y todo ruidoso de cenc: rros... Iban frente los guías barbu- dos, chibatos enormes de pelo rojo y andar solemne, cuernos altos, los grandes cencerros campaneando... Y con la cabeza levantada,conunaire mefistofélico en las barbas, toda la lana fluctuando en el vientre, esos grandes bodes corrían por el pasto adelante de ¡las demás cabezas, olfateando, retozando, trepando por ios troncos bajos, subiendo a las rocas y haciendo, por decirlo así, en su giro el cuadro gráfico del cam- pamento a ocupar... Después seguía una gran masa de ovejas, carneros y cabras, toda la pacífica y fe- cunda legión de las hembras y procreadores del rebaño, de cabezas rastreras, de lana negra, encaraco - lada y fofa, y de cornamenta transversalmente estria- da... Ya habían sufrido el trasquilamiento la mayor parte, de forma que bajo la piel surcada de tijereta- zos, los husos de cada uno 'saltaban, en la delgadez angulosa, al menor estremecimiento de los cuerpos... Y entre la turba se abrían paso los pequeños, brinca- dores y vivos, cabrioleando y cayendo, apoyados en las ancas de las madres, chupando las tetas con furia
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