Página:DAlmeida Ciudad del Vicio.djvu/178

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FIALHOD'ALMETOD A

—Muy agradecido al señor...

Y al pedir cualquier cosa:

—Hágame el obsequio...

Las mujeres le avergonzaban, poníanle triste, se marchaba en seguida... Huía de los grupos, evitaba hablarme delante de gente, siguiendo con la cabeza baja. Esa organización bondadosa tenía el instinto de su inferioridad provinciana, en el mundo re- finado que funcionaba en torno. Y como yo me obstinaba en mostrarle el club, casi se enfadó con-

migo y desapareció por dos días... go y H P

Entre las familias que estaban a baños—de aristo- cracia pobre: banqueros liquidados, camarillas que se enredaban en líos judiciales comidas por la hipoteca, infantes, diplomáticos y demás apéndices de corte en veraneo—andaba una elegante pareja (1) fresca y jovial, siempre en evidencia, entrando en todas par- tes y tuteando a toda la gente, que era, por decirlo así, el impudor de la playa en esa estación.

Todas las mañanas, cogidos del brazo los condes, maridc y mujer, iban al baño con ftozlettes claras, cuchicheando y riendo uniditos, muy amigos, muy novios, dando la mano a los muchachos y mirando, un poco desdeñosamente a las señoras... El heredero presunto hacía saltar el lorgnon en viéndoles llegar, sonreía el gran condestable por debajo de una nariz en promontorio; la corte rumoreaba... Y los dos muy

(1) Fialho dice afrancesadamente ménage pero yo prefiero restituir la palabra a su purismo castellano.—4N. del 7.

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