LA CIUDAD DEL VICIO
perdidos, húmedas masas de bosque en cuyos: mis- terios extáticos dormían formidables túmulos de hé- roes y reyes bárbaros, sacudiendo de las varandas derribadas alfombras de hojas y cascadas de flo- Tes...
Encastillábanse en derredor titanescos escenarios de serranía astillada, convulsiva, áspera, color de li- la en los recodos a la sombra, azul en los aspectos medio luminosos, y roja o .color de rosa por los espinazos donde más vivas lucían las incidencias del sol; y más lejos, cada vez más, en las últi- mas escarpaduras de silueta apagada, fingía obe- discos de nieve, enormes, en un centelleante cris- tal de facetas en flecha... Entre los despeñade- ros.a pico, por la vertiente de los desfiladeros, donde cabritos. monteses de cornamenta demo- níaca balaban, los comensales cubríanse con sus sombreros de fieltro, grotescos como clowns, re- “picando al viento carillones fantásticos de cam- panillas... Entonces: en un gran torrente escar- lata, esculpido de quimeras de oro, dragones ala- dos, perros de Fó'con cetros en ¡a pata, el rey en medio de sus ministros, bajo tiendas de púrpura y ranios de olivo, atravesó el lago en las asas de los remos, como en un fin de magia, apoteósico, enca- ramado, entre barcazas donde la turba se apiñaba para saludarle al son de cántigas, que las guitarras repicaban bajo Jas uñas de losbufones, en acompaña- miento: a las rimas extraídas de la real metrifica- ción... Bebía el rey por cop”s de forma antigua, co- mo leyera ser uso antigusiucente, el vino que unos
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