Página:Darío - Eleven Poems.djvu/32

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En mi jardín se vió una estatua bella;
se juzgó mármol, y era carne viva;
un alma joven habitaba en ella,
sentimental, sensible, sensitiva.
 
Y tímida ante el mundo, de manera
que encerrada en silencio no salía
sino cuando en la dulce primavera
era la hora de la melodía.
 
Hora de ocaso y de discreto beso;
hora crepuscular y de retiro;
hora de madrigal y de embeleso,
de ¡te adoro!, de ¡ay! y de suspiro
 
Y entonces era en la dulzaina un juego
de misteriosas gamas cristalinas,
un renovar de notas del Pan griego
y un desgranar de músicas latinas,
 
con aire tal y con ardor tan vivo,
que a la estatua nacían de repente
en el muslo viril patas de chivo
y dos cuernos de sátiro en la frente.
 
Como la Galatea gongorina
me encantó la marquesa verleniana;
y así juntaba a la pasión divina
una sensual hiperestesia humana;
 

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