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DAVID COPPERFIELD.

Un solo pensamiento me absorbia : mi vida de niño abandonado en Blunderstone estaba bien lejos en un sombrío ayer, y el telon acababa de caer en el teatro de mi última prueba, como empleado del almacen de vinos. Nadie ha levantado ese telon despues. Yo mismo he alzado una punta de ese telon en este relato, bien á pesar mio, y le dejo caer con placer. El recuerdo de este episodio de mi existencia esta impregnado de tal amargura, que jamás he tenido valor para calcular cuánto tiempo he permanecido condenado sin consuelo y sin esperanza. No sabré, pues, decir si este interegno ha sido de un año, de dos ó de mucho menos. Lo único que realmente sé, es que, por fin, tuvo un término : ya le he contado y no hablaré mas de él.

XIV
EMPIEZO MI EDUCACION.

Mr. Dick y yo no tardamos en ser los mejores amigos del mundo, y muchas veces, así que habia terminado su trabajo cuotidiano, nos íbamos á echar la cometa. Todos los dias sin falta escribia su memorial al lord canciller; pero por mas que trabajaba horas enteras, no adelantaba gran cosa, porque el rey Cárlos I siempre sacaba la cabeza en alguna de las páginas; un poco antes ó despues, preciso era empezarlo todo.

Experimenté una sensacion profunda al ver con qué esperanza cogia la pluma, la paciencia con que sufria sus constantes contratiempos, las dudas que se apoderaban de él á cada momento á proposito de Cárlos I, los débiles esfuerzos que hacia para separarle, y aquel inevitable regreso del infortunado rey decapitado, que venia á desbaratar todos los escritos del pobre Mr. Dick. Pero si hubiese podido acabar aquel memorial imposible, ¿qué hubiese adelantado con él Mr. Dick? ¿dónde iria? ¿qué produciria? Creo que ni él mismo lo sabia. Pero ¡ay! ¿á qué inquietarse de estas cuestiones, pues que si habia una cosa cierta en este mundo, era que el memorial no se acabaria?

Sea lo que quiera, me conmovia no poco el verle seguir con la vista la cometa, cuando se alejaba mucho en el espacio. Recordaba lo que Mr. Dick me habia dicho en su cuarto del destino que daba á las cuartillas de su infortunada memoria; ir á llevar lejos los hechos que queria dar á conocer. Jamás su mirada estaba mas serena que entonces; hubiérase dicho que su mente se elevaba tambien con aquel papel, confidente de sus quejas : aproximábase poco á poco con una esperanza tranquila al trono de aquel que es el Juez Supremo de todos nuestros actos y pensamientos. En las regiones del aire, mi jóven imaginacion admiraba, como Mr. Dick, la cometa que doraba la vivida lumbre del sol, y por idéntica razon, no podia resistir á una reflexion de triste compasion! Cuando su mano acortaba la cuerda, la arrastraba hasta que caia á nuestro lado, parecida á un ser herido del rayo; tal era su propio pensamiento sin duda, pues era fácil leerle en sus ojos inclinados hácia el suelo, como si hubiese sido aquella una de sus esperanzas, que acababa de estinguirse y moria á sus piés.

Si cada dia se estrechaba mas la amistad que reinaba entre Mr. Dick y yo, adelantaba no poco en el cariño de mi tia. La pobre se dió á quererme tan de veras, que al cabo de algunas semanas, mi querida protectora acortó mi nombre de Trotwood, llamándome solo Trot. Las pruebas de su cariño me hicieron esperar que, si continuaba como habia comenzado, acabaria por reemplazar completamente para ella mi hermana Betsey Trotwood.

— Trot, me dijo mi tia una tarde en que segun su costumbre estaba sentada á la mesa de tric-trac con Mr. Dick, no debemos olvidar vuestra educacion.

Aun cuando era muy niño, tenia empeño, por amor propio, en ser un jóven instruido, y quedé encantado al ver que mi tia lo deseaba como yo.

— ¿Os gustaria ir á un colegio de Cantorbery?

Respondí que me agradaria mucho, pues Cantorbery está muy cerca de Douvres.

— Perfectamente, dijo mi tia. ¿Quereis ir mañana?

Sabia con cuanta rapidez ponia miss Trotwood sus proyectos en planta, y respondí que sí, sin que me sorprendiera lo súbito de la proposicion.

— ¡Perfectamente! respondió de nuevo... Juanita, id á alquilar el cabriolé para mañana á las diez y haced esta noche el baul de mi sobrino.

Cada vez estaba mas contento, pero mi corazon me reprochó mi egoismo, al ver á Mr. Dick tan afectado por la órden de mi tia.