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DAVID COPPERFIELD.

— Mi querido doctor, perdonadme si insisto : lo hago porque yo soy de las personas que saben agradecer. Este asunto es mi monomanía : sois nuestra providencia, sí, mi querido yerno, nuestra providencia.

— ¡Tontería! ¡tonteria! dijo el doctor.

— No tal, no tal : como aquí nos hallamos sin testigos, exceptuando nuestro amigo íntimo Mr. Wickfield, no puedo callarme. Si continuais así, haré valer mis privilegios de suegra y os reñiré... Hablo sinceramente, ¿por qué, pues, callarse? ¿Os acordais de mi sorpresa cuando pedisteis la mano de Anita? No porque el hecho de por sí fuera extraordinario, no : habiais conocido á su padre, á ella misma la habiais visto nacer casi, y jamás creí que pudierais ser mi yerno, como no creí tampoco que nunca pensaseis en casaros... Hé aquí todo.

— Sí, sí, respondió el doctor con buen humor, pero importa poco.

— No tal, exclamó la suegra poniéndole el abanico en la boca. Al contrario, importa, y mucho. Recuerdo todo esto porque quiero que se me contradiga si me separo de la verdad. Me pedisteis á Anita, y le participé vuestra peticion sin violentarla y diciéndola solamente : « Anita, la proposicion es sumamente honrosa; si tu corazon está libre... — Mamá, me respondió llorando, aun soy muy jóven... (lo cual era exacto) y apenas sé si tengo corazon. — ¡Oh! entonces, le repliqué, hija mia, quiere decirse que está libre, podeis estar tranquila. En todo caso, Anita, el doctor Strong espera vuestra respuesta con ansiedad; no es justo que se quede sin ella. — Mamá, díjome Anita llorando siempre, ¿seria desgraciado sin mí? En ese caso, me casaré con él. » Y consintió de por sí; pues solamente despues que ella hubo consentido fué cuando le dije á Anita : Querida mia, el doctor Strong, no solo será vuestro esposo, sino que hará las veces de padre, y será, por decirlo así, el jefe de nuestra familia; representará el saber y la fortuna; en una palabra, será nuestra providencia. Empleé esta palabra aquel dia, y de ella me he servido desde entonces... Puede ser que no posea ningun mérito, pero no se me tachará de ser inconsecuente.

Durante este discurso Anita guardó silencio, con los ojos bajos.

Al lado, y en pié, estaba su primo sin hablar una palabra.

Mistress Strong exclamó entonces con voz conmovida :

— Mamá, se me figura que no tendreis que añadir nada.

— Aun no he acabado del todo, mi querida Anita, replicó la anciana. Ya que me lo preguntais, respondo. No sois para nuestra familia lo que naturalmente querriais ser; pero como seria inútil que me quejara á vos, voy á hacerlo á vuestro marido. Sí, querido doctor, mirad á esta locuela que es hoy vuestra esposa.

Cuando el doctor la miró sonriendo con su plácida sencillez, vió que bajaba la cabeza sumamente confusa y notó que Mr. Wickfield la miraba tambien con aire sério.

La suegra prosiguió, manejando el abanico con coquetería.

— El otro dia advertí á esta chiquilla que os hablase de un asunto de familia, y ¿qué me respondió? « Mi marido es demasiado generoso, y como sé que obtengo cuanto pido, no quiero decírselo. »

— Habeis hecho mal, mi querida Anita, exclamó el doctor, privándome de un placer.

— Justamente esas fueron mis propias palabras, añadió la suegra. Así que otra vez me dirigiré directamente á vos.

— Y me complacereis en extremo, replicó el doctor.

— Queda entendido; así lo haré.

Como supongo que obtuvo lo que deseaba, mistress Markleham dió al doctor dos golpecitos en la mano con el abanico, y, triunfante, fué á sentarse en su primer puesto.

En aquel momento llegaron algunas personas, entre otras los dos inspectores y Adams : la conversacion se hizo general. Naturalmente se habló del viaje de Jack Maldon, que se embarcaba aquella misma noche; se habló del pais á donde iba, de sus proyectos de porvenir, etc. Me acuerdo que se convino casi unánimemente que la India era un pais desconocido, que no ofrecia otro inconveniente mas que el encuentro de uno ó dos tigres, y de un sol abrasador al medio dia.

Por mi parte veia en Jack Maldon un moderno Simbad, y ya me le figuraba amigo de todos los rajahs del Asia, descansando debajo de un palio y fumando en pipas de oro.

Mistress Strong tenia una voz encantadora, y ya la habia admirado cantando á solas; pero aquella noche, fuese timidez, fuese que no estuviese en voz, no pudo acabar una cancion y se detuvo en la primera nota así que empezó un duo con Jack Mal-