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DAVID COPPERFIELD.

la mar, cumplimentándole acerca de la originali- dad de su vivienda, recordándole su visita á Salem- House, en una palabra, encantando á cuantos tenia á su alrededor con su conversacion amena é inte- resante.

Emilia habló poco aquella noche, pero en cam- bio escuchaba, y sus hermosoos ojos no cesaban de mirar en su derredor. Steerforth la interes mu- chisimo contando un naufragio ; luego, para ani- mar la sociedad, nos narró algunas de sus alegres aventuras que excitaron la hilaridad de todo el mundo.

Una vez que estaba ya animado Mr. Peggoty, cantó una cancion marina, y Steerforth, para cor- responder á su complacencia, cantó á su vez una melancólica balada que nos hizo llorar i todos. Produjo un efecto general, y aun mayor en la quejumbrosa mistress Gummidge, aquella victi- ma inconsolable, quien, segun Mr. Peggoty, no habia llorado nunca tanto desde la muerte del Viejo.

La plañidera mujer aseguraba por su parte, al dia siguiente, asombrada como estaba aun de su animacion de la vispera, que debia haberla hechi- zado mi amigo. No vaya á ereerse que este se mostró celoso del monopolio de la atencion. A su vez, cuando Emilia, recobrando ánimo, se decidió á suscitar la conversacion y recordar nuestros jue- gos de la infaneia y nuestros paseos por la playa para recoger conchitas, cuando le pregunté si ha- bia olvidado mi abnegacion y mi sincero cariño, - cosa que nos hizo ruborizar á ambos, - joh! entonces Steerforth escuchaba mudo, atento, pen- sativo.

Durante toda la conversacion, Emilia permane- ció sentada encima de nuestro antiguo cofre, cen el rinconcillo de costumbre, y Cham ocupaba un puesto á su lado. Qué feliz era Cham! Sin em- bargo, noté una cosa sin poder explicarme si por parte de Emilia, era reserva púdica ó un resto de su travesura : Emilia trataba de no estar muy cerca de Cham y mas bien se echaba hacia la pared.

Eran cerca de las doce de la noche cuando nos retiramos, despues de haber cenado en compañia de ellos. La cena se compuso de pescado seco y de gallela : Steerforth sacó de su bolsillo un frasco de licor y lo vaciamos como unos hombres, - me atrevo á decir por fin, que me mostré un hombre como los demas. Ya habiamos salido de la casa- barca, cuando nos gritó una voz :

- Tened euidado, que la noche está muy os- cura.

Nos volvimos y vimos los ojos azules de Emilia, que, medio escondida detris de Cham nos daba tan caritativo aviso.

- ¡Qué mujercita tan encantadora! me dijo Steerforth cogiéndome del brazo. Vaya, teneis ra- zon, es una familia original y una vivienda rara : se experimenta una sensacion nueva en medio de tan honrada gente.

- Qué felices hemos sido, respondi, llegando en el momento oportuno para ser testigos, y partici- par de la alegria que semejante proyecto de matri- monio ha causado en esa buena gente.

- Y el caso es que él tieme una figura suma- mente rara para una chica tan guapa como Emilia, i verdad? exclamó Steerforth.

Se habia mostrado tan cordial con Cham y con los demas, que experimenté como un choque, al oir aquella fria objecion; pero al mirarle se me figuró que se sonreia, y no pude guardar rencor por aquello que solo era una broma.

- ¡ Ah ! Steerforth, le dije, por mas que que- rais bromearos conmigo, como lo hariais con miss Dartle, conozco vuestros generosos sentimientos para con todo el mundo : sé que comprendeis la sencillez de ese pescador y la termura de mi queri- da Peggoty, y me consta que no sois indiferente ni á las alegrias ni á los pesares de esos corazones inocentes. Os quiero y cada vez os admiro mas, Steerforth.

Mi amigo acortó el paso; me miró frente á fren- te y me dijo :

- David, creo que sois sincero... tencis un co- razon de oro, mi querido amigo. Por qué todos no somos buenos como vos?

Un momento despues se puso á cantar alegre- mente el estribillo de Mr. Daniel Peggoty, y apre- tamos el paso al entrar en Yarmouth.

Si aquella noche se me hubiera acercado alguien å decirme : « Vuestro amigo tan decantado no hace mas que jugar un papel; toda su amabilidad, toda su cordialidad y sus descos de agradar solo son superficiales; solo desea una cosa, alejar su precoz enojo buscando nuevas emociones... » Si al- guien, repito, se hubiese acereado á decirme esto, no sé cómo mi indignacion hubiera acogido una calumnia semejante.