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DAVID COPPERFIELD.

me sorprendió aun el saber que habia dejado á Emilia.

- Se halla hablando en este momento con una persona, me dijo, y me ha enviado en busca de su bolsillo; habia dado cita en casa de su tia á una jóven que ha venido esta noche, à la caida del dia, bajo su ventana, á suplicarla por Dios que tuviese piedad de ella. Estas han sido sus solemnes pala- bras, Mr. David.

- ¿Quién es esa mujer, mi querido Cham?

- Mr. David, una desgraciada que toda la ciu- dad pisotearia como á un gusano, una pobre jóven á quien Emilia ha conocido en otro tiempo en la escuela y luego en el taller de Mr. Omer, por mas que no delba hoy frecuentarla... Marta Endell, que tiene dos ó tres años mas que Emilia.

- Oigo su nombre por primera vcz, dije, por mas que la haya visto entre las obreras de Mr. Omer.

- El tio Daniel, prosiguió Cham, por mas bue- no y cariñoso que sea, no hubiera podido soportar el ver á su Emilia hablando con Marta por todos los tesoros del mundo.

Comprendi lo mismo que Cham el sentimiento que animaba a Mr. Daniel Peggoly, y no dudaba que aquella desgraciada no fuese la misma que habíamos encontrado aquella noche en la playa, siguiendo á Cham y Emilia.

- Os confieso, Mr. David, que experimento lo mismo que el tio Danicl, dijo Cham. Pero, cómo resistir á la compasion manifestada por Emilia? No he podido culparla al saber que escribia algunas palabras con lapiz y arrojó el papel á Marta dicién- dole :

- No puedo veros aquí; tomad esta carta para mi tia Barkis y esperadme en su casa, donde sereis recibida en nombre mio. Asi que se embarque mi tio iré á veros.

Tampoco he podido rehusaracompañarla cuando hace poco rato vino y me dijo con voz cariñosa antes de entrar :

- Cham, se me ha olvidado el bolsillo; que- reis ir por él?

No sabia si debia eutrar con Cham; pero Peggo- ty fué quien le abrió. Al alargarme la mano, tras- pasé tambien el umbral de la puerta, y casi sin querer me hallé en medio de la cocina, que era preciso atravesar para subir á mi cuarto.

Alli estaba Emilia de pié, con las lägrimas en los ojos, y á sus plantas y en una actitud que revelaba que acababa de besarlas, vi á Marta Endell pros- ternada delante del hogar.

- Cham, dijo Emilia en voz baja, Marta desea ir á Lóndres.

- A Lóndres mejor que aqui, interrumpió Mar- la, permancciendo siempre á los piés de Emilia. Alli nadie sabrá quien soy, y aqui me conocen todos.

- ¿ Qué hará en Lóndres? preguntó Cham.

Marta levantó la cabeza y echó una miradla som- bria á su alrededor, luego se dejó caer encima de una silla, como hubiera hecho una mujer estenua- da por la fiebre ó que ha experimentado la agonia de una convulsion.

- Tratará de obrar bien, dijo Emilia. No sabeis todo lo que nos ha prometido, á mi tia y á mi.

Mi pobre Peggoty manifestó su simpatia y piedad con un movimiento de cabeza.

- Si, trataré... dijo Marta, si se me ayuda á huir de aqui. No puedo hacer nada mas malo de lo que aquí he hecho. Ah! haced que me aleje de estos lugares dlonde todo el mundo me conoce desde mi infancia.

Cham entregó á Emilia un saquillo de hilo, y la júven lo cogió creyendo que era su bolsa; pero no- tando la equivocacion en seguida, se volvió á Cham y le enseñó el saco.

- Es vuestro y muy vuestro, mi querida Emilia dijo el jóven : por ventura, no os pertenece cuanto yo poseo en este mundo?

Humedeciéronse los ojos de Emilia, quien vol- viéndose á Marta, le entregó parte del contenido, inclinándose hácia ella y diciéndola en voz baja si tenia bastante.

- ¡Oh! hay demasiado, dijo Marta, que la besó la mano, y envolviéndose en su chal, salió llorando. Se habia detenido un momento en la puerta como para hablar un poco, pero los sollozos ahogaron su voz.

Asi que se hubo cerrado la puerta tras ella, Emilia ocultó el rostro entre sus manos y echóse á llorar.

- No lloreis, Emilia, no lloreis asi, mi queri- da, le dijo Cham, dándola cariñosamente en el hombro.

- ¡Oh! ;Cham! no soy una jóven tan bnena como debia serlo. No, no, ni mucho menos. Bien sé que no poseo el corazon reconocido que debia tener.

- Si tal, lo teneis, estoy cierto, dijo Cham. No No