Página:David Copperfield o El sobrino de mi tía (1871).pdf/189

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida

177
DAVID COPPERFIELD.

- Como siempre, y aun superior en todos con- ceptos á aquellos con quienes vive.

- ¡Oh! gracias, exclamó, gracias, eso es lan cierto!.. No sabeis cuánto os agradezco lo que acabais de decir!

- No hay de qué, respondi con arrogancia, no leneis razon ninguna para agradecérmelo.

- En eso consiste precisamente la confianza que tengo que haceros. A pesar de ser humilde en mi persona, de ser de cuna y familia humilde, dijo limpiándose siempre las manos, hace años que la imágen de miss Inés está grabada en mi corazon. Os lo confieso ingénuamente, pues desde os vi os profeso amistad... si vierais qué afeccion tan pura y tan grande experimento por miss Inés!

No sé cómo me contuve para no coger el hierro con que atizaba la lumbre y atravesar con él á Uriah por medio del cuerpo. En medio de mi deli- rio, al mismo tiempo que me ponia fuera de mi el ultraje que recibia mi querida amiga, su imágen no cesaba de moderarme.

Recordé lo que me habia recomendado, y ade- mas vi, en la fisonomia del miserable profanador, que conocia que, para protegerse, tenia un poder que no debia provocar.

- ¿ Habeis participado vuestros sentimientos á Inés? le pregunté con una sangre fria de que me ereia incapaz en medio de aquella pesadilla que me atormentaba.

- ¡Oh! no, ;Mr. Copperfield! nadie lo sabe, excepto vos, que sois el primero... Bien veis que apenas salgo de mi humilde situacion. Tengo gran- des esperanzas, pues ella sabe cuán útil soy á su padre, cosa que no cabe duda, Mr. Copperlield, á causa de que facilito su trabajo y le impido dis- traerse. Como ella quiere tanto á su padre, - cua- lidad inapreciable en una hija, -tengo confianza que con el tiempo, por cariño á él, se mostrará buena para conmigo.

El miserable me hacia medir toda la profundi- dad de su plan, y comprendi el por qué me lo expo- nia tan perfectamente.

- Os pido como un favor particular, Mr. Cop- perfield que guardeis mi secreto : conozco vuestro buen corazon y sé que no querriais causar un dis- gusto á nadie de este mundo; me habeis conocido tan humilde- y continúo siéndolo, que no hu- bierais podido, sin que por esto piense mal, indis- ponerme con mi Inés. Ya veis, Mr. Copperfield, como digo mi Inés; pues segun la cancion:

Diera todos mis tesoros
por decir : Me pertenece.

Espero realizar mis proyectos uno de estos dias.

Querida Inés, demasiado amante y llena de per- fecciones para eualquiera, era posible que te vieses destinada á ser la esposa de semejante mi- serable?

Hé ahí mis reflexiones mientras que Uriah con- tinuaba:

- Todavia no tengo prisa, mi querido Mr. Cop- perfield, pues aun es muy jóven Inés : mi madre y yo debemos elevarnos un poco todavia antes de po- ner en práctica mis proyectos. Ademas tiempo ten- dré para familiarizarla con nuestras esperanzas, asi que se presente la ocasion. ;0h! ;si vierais cuán- to os agradezco que hayais querido escuchar mi secreto! Cuán grato me es pensar que sabiendo esto y siendo el amigo de la familia á quien por nada de este mundo querriais hacer daño... no trabajareis en contra mia.

Cogióme la mano y no me atrevi á retirarla cuando me la apretó; luegó sacó su reló y dijo:

- ¡Dios mio! ; la una de la madrugada! cuán veloz discurre el tiempo en los recuerdos de la in- fancia! ¿Qué hacer? En mi casa cierran asi que son las doce y todo el mundo se acuesta.

- Siento, le respondi, no tener mas que una cama...

- ¡Oh! no se trata de cama, Mr. Copperfield, replicó; ¿ tendriais inconveniente que permaneciese al lado de la chimenea hasta mañana por la ma- ñana?

- En ese caso, le respondi, acostaos en mi cama y yo dormiré al lado de la chimenea.

¡Con cuanta humildad rechazó mi proposicion! Quise insistir, y él resistió hasta tal punto que tuve necesidad de arreglar todo para que pasase la noche al lado de la lumbre. De un sofá hice una cama, convirtiendo los cogines en almohadas, sirviéndo- me de un mantel para sábanas, y de mi gaban como manta : tambien le presté un gorro de dor- mir, y lan feo estaba, que desde entonces siempre me he acostado sin nada en la cabeza.

Jamás olvidaré aquella horrible noche : ;qué agitacion en mi cama! Qué deplorable contraste cuando asimilaba Inés con Uriah! Cuántos pro- yectos en medio de mi insomnio! y qué sueños tan horribles cuando por casualidad cerraba los ojos! Ya veia á Inés y á su padre que me suplica-