Página:David Copperfield o El sobrino de mi tía (1871).pdf/194

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida

182
DAVID COPPERFIELD.

dintel de una ventana; seguila y la buena señora añadió:

- David, no tengo necesidad de hablar sobre los disgustos de familia, pues no es un objeto se- ductor.

- Antes al contrario, señora, respondile.

- Así es, en efecto. No quiero recordar anti- guos insultos... que recibi de una persona... de mi sexo, me avergüenza confesarlo por el honor de las mujeres... pero como no podria nombrar esa per- sona sino con desprecio é indignacion... mas vale que no la nombre.

- Haceis bien en no nombrarla, señora, repli- qué, pues no sufriria que se le faltase al res- peto...

Y efectivamente, no hubiera sufrido que delante de mi hablasen mal de mi tia.

Miss Murdstone cerró los ojos y bajó la cabeza con desprecio, y en seguida me dijo:

- David Copperfield, no trato de disimular que Us juzgaba bastante mal en vuestra infancia. Qui- zás hacia mal, quizis ya no mereceis que os juz- guen asi; esa es cuestion que no debemos debatir nosotros. Pertenezco á una familia notable por su entereza, y cambio con dificultad de opinion; asi conservo la que tengo de vos, y por vuestra parte podeis seguir en la que tengais respecto á mí.

A mi vez bajé la cabeza.

- No es necesario, continuó, que discutamos aquí acerca de nuestras opiniones; y lo mejor para ambos, es, que hablemos del pasado lo menos po- sible. ¿Lo juzgais así á propósito?

- Creo, señora, respondile, que lanto vos como Mr. Murdstone fuisteis poco solicitos para mi y muy crueles para mi madre : lo recordaré toda mi vida, pero eso no obstante, accedo á vuestra pro- posicion.

Miss Murdstone cerró los ojos y se inclinó; ense- guida se alejó del quicio de la ventana, arreglan- dose con sus afilados dedos los brazaletes y colla- ies de acero que adornaban su cuello y puños ,los mismos brazaletes y collar que le habia conocido en otro tiempo. Me recordaron las cadenas emble- maticas que adornan el frontispicio de Newgate, la cárcel de Lóndres.

De lo único que me acuerdo de aquella noche es de que oi cantar á la reina de mi corazon lindi- simas romanzas en francés, romanzas cuyo tema era generalmente una invitacion á bailar y cantar; se acompañaba con un arpa; en medio de mi de- lirio, tuve la sobriedad de abstenerme de toda clase de refresco y sobre todo de ponche.

Cuando miss Murdstone se llevó á Dora como á una princesa cautiva, me dedicó una sonrisa y me dió su encantadora mano. Me miré á un espejo y hallé que tenia el aire de un imbécil.

Fui á acostarme en el desórden de imaginacion mas completo, y á la mañana siguiente, cuando me desperté, era el mas insensato de los enamo- rados.

La mañana estaba hermosisima; crei poder ir å pasear mis solitarios ensueños y adorar la imá- gen de Dora, debajo de uno de los cenadores del jardin.

Al atravesar el vestibulo, encontré á su perrito, al que ella llamaba Jip... abreviatura de Gypsy. Me acerqué á él cariñosamente, pues tambien á él le queria... pero me enseñó los dientes, se escondió debajo de una silla para refunfuñar, y no consintió que le hiciera ni una caricia.

El jardin era hermoso y me perdi pensando en las delicias que gozaria si llegaba á obtener algun dia el amor de mi diosa.

En cuanto á pensar en casamiento, fortuna, etc., etc., se me figura que me hallaba entonces tan desinteresado como cuando amaba á Emilia. Go- zar del permiso de llamarla Dora, escribirla, ado- rarla, poder pensar que ocupaba un lugar en su pensamiento, me parecia el supremo grado de la ambicion humana.

Sin duda, solo cra un novicio bien sentimental y tonto... pero en lodo esto habia una pureza de co- razon que me impedia despreciarme, por mas que yo fuese el primero en reirme de mi mismo.

Hacia algunos instantes que me paseaba sumido en aquellas ideas, cuando hallé á Dora, al re- volver un paseo de árboles.

Tiemblo aun de los piés á la.cabeza al describir el recuerdo de aquel momento, y mi pluma se es- tremece entre mis dedos.

- Qué... qué madrugadora sois, miss Spenlow, me atrevi á decirla.

- Es tan fastidioso permanecer encerrada en el cuarto, me respondió, y miss Murdstone es tan absurda con sus ideas sobrç la brisa de la mañana, que he prevenido á papá que queria pasearme. No es la hora mas hermosa del dia?

Aventuré una linda frase, y le dije, no sin tar- tamudear:

- La mas brillante en efecto para mi, miss