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DAVID COPPERFIELD.

Previne á Peggoty que hallaria á Mr. Spenlow muy consolado del fallecimiento de Mr. Barkis, v, en efecto, apareció alegre como un novio.

Pero ni Peggoty ni yo tuvimos bastantes ojos para mirarle cuando en el individuo que le acom- pañaba reconocimos á Mr. Murdstone.

Habia cambiado muy poco : tenia el pelo tan negro, y su mirada revelaba la misma falsedad que en otro tiempo.

-Ah! Copperfield, me dijo Mr. Speniow, creo que conoceis á este caballero.

Dirigi á Mr. Murdstone un saludo frio, y apenas si Peggoty hizo que le conocia.

Al principio se quedó un poco perplejo viéndo- nos juntos á los dos; pero no vaciló largo tiempo en tomar un partido, y me dijo :

- Espero que os hallais bien.

-Eso no debe importaros gran cosa, le respon- dí... Pero si lo deseais saber, os diré que si...

Cambiamos una mirada y se dirigió á Peggoty.

- Y vos, noto con sentimiento que habeis per- dido vuestro marido.

- No es la primera pérdida que he lenido en mi vida, Mr. Murdstone, replicó Peggoty estreme- eiéndose de los piés á la cabeza. Espero que nadie tiene nada que reprocharse por esa muerte... na- die que deba ser responsable de ella.

- Ah! dijo él, es un consuelo lo que acabais de decir.

- A Dios gracias no he abreviado la vida de nadie, exclamó Peggoly; no, Mr. Murdstone; ni he atormentado ni horrorizado ninguna timida naluraleza hasta el punto de acortar su vida.

Mr. Murdstone le echó una mirada sombria, ex- presando el remordimiento, al menos por un ins- lante, segun me pareció, y volviéndose hácia mi exelamó sin mirarme frente á frente:

- No era probable que debiéramos encontrar- nos tan pronto; pero puesto que ha sido asi, tanto mejor para ambos, pues encuentros parecidos no son agradables. No espero hallar sentimientos de afeccion de parte de aquel que siempre se sublevó contra mi justa autoridad, ejercida en interés suyo. Entre nosotros existe una antipatia...

- Una antipatia inveterada, creo, le dije inter- rumpiéndole.

Trató de sonreir, y me lanzó la mirada mas si- niestra que jamas ha brotado de sus ojos.

- Si, añadió, esa antipatia habia nacido en vuestro corazon de niño; llenó de amargura la vida de vuestra pobre madre; teneis razon; Dios quiera que vuestros sentimientos hayan cambiado... que os hayais corregido.

Aqui acabó el dialogo, que tuvo lugar en voz baja en uno de los rincones del estudio.

Mr. Murdstone, al pasar al gabinete de Mr. Spen- low, acompañado de este, añadió :

- Mr. Spenlow, como todas las personas de su profesion, está acostumbrado á los disentimientos de familia, y sabe las complicaciones dificiles que se suscitan entre ellas.

Diciendo esto pago su licencia y la recibió de manos de Mr. Spenlow, que le deseó toda clase de felicidades en compañia de su futura; en seguida se retiró.

No hubiera sabido contenerme hasta tal pumto si me hubiera sido mas fácil hacer comprender i Peggoly,- que solo estaba irritada por mi,- que no nos hallábamos en lugar á propósito para entregarnos á semejantes reeriminaciones. A no ser por esto, ella hubiera perseguido à Mr. Murds- tone; pero para calmarla la estreché en mis bra- zos, delante de Mr. Spenlow y de todos los pa- santes.

Mr. Spenlow parecia ignorar quré grado de parentesco existia entre Mr. Murdstone y yo, cosa que no me desagradó, pues me costaba no poco trabajo, aun en el fondo de mi corazon, reconocer como mi padre politico á aquel que habia sido lan cruel para con mi pobre madre.

Mr. Spenlow no se ocupó demasiado de aquel incidente, habiéndose imaginado que mi tia era cabeza de nuestra familia.

Al menos esto fué lo que colegi de su conversa- cion mientras esperábamos á Mr. Tiffey para ha- cer la minuta de los gastos de Peggoty.

- Miss Trotwood, añadió, es un carácter enér- gico é incapaz de ceder á la oposicion; la admiro, Copperficld, y os doy la enhorabuena por estar de su parte; las divergencias entre la familia son muy freeuentes, y lo importante es estar al lado de la buena causa.

Mr. Spenlow, al hablar de la buena causa, se referia al interés financiero; al menos asi lo creia.

- Se me figura que Mr. Murdstone hace un buen casamiento, añadió Mr. Spenlow.

Le dije que no sabia nada.

- ¿ En verdad?... pues yo lo he comprendido por algunas palabras que ha dejado escapar y que me ha confirmado miss Murdstone.