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DAVID COPPERFIELD.

- Efectivamente, lo éramos.

- Permanezco en mi cuarto siempre que pue- do, dijo Inés; pero es preciso que de vez en cuan- do haga compañia á mistress Heep. Algunas veces me fastidia cantándome alabanzas de su hijo; pero es tan natural en una madre, que no la quiero mal por eso. Él tambien es un buen hijo.

Examiné à Inés mientras pronunciaba aquellas últimas palabras, y no pude descubrir en su fisono- mía ninguna sospecha de los planes que podia tener Uriah respecto å ella. Mis ojos se encontraron con los suyos, en los que brillaba la inocencia y la franqueza.

- Su presencia en casa me estorba, continuó Inés, sobre todo porque me priva de estar con mi padre y de velar por él todo lo que quisiera. Uriah está siempre con nosotros; pero si se tramase al- gun fraude, espero que la verdadera afeccion v la sinceridad acabarian por ser mas poderosos que cualquier complot.

Al pronunciar estas palabras se disipó la celeste sonrisa que solo he visto, lo repito, en la dulce fiso- nomia de Inés; como á la sazon entramos en la calle, me preguntó si sabia lo que habia causado la pérdida de fortuna de mi tia. Respondile que aun no me lo habia revelado; Inés se quedó pensativa, y crei nolar que temblaba el brazo que se apoyaba en el mio.

Hallamos sola á mi tia, entregada á cierta emo- cion.

Habian tenido un pequeño altercado, ella y mistress Crupp, sobre una cuestion abstracta; esto es, si era conveniente que una mujer viviese ó no en el aposento de un soltero.

Mi tia, insensible á los espasmos de mistress Crupp, habia eortado la disputa, declarando á mi patrona que olia á aguardiente, y que la suplicaba que saliese de su cuarto, doble ultraje que mistress Crupp habia considerado como susceptible de una accion en justicia.

Mi tia, habiendo tenido tiempo de calmarse mientras que Peggoty habia ido á enseñar á Mr. Dick los guardias á caballo, á la entrada del parque de San James,- y encantada por otra parte con la visita de Inés, nos recibió con su franca cordia- lidad; su jóven amiga poscia toda su confianza, como la mia, y cuando le hube contado lo que ha- bia hecho por la mañana, me dijo:

- Ante todo, Trot, voy à principiar por regaña- ros; estoy orgullosa de vuestra amistad, y conozco vuestras buenas inteneiones; pero habeis sido im- prudente y casi indisereto... En cuanto á miss Bet- sey, tambien ella va á confesarnos...

Ví palidecer á Inés al mirar atentamente á mi tia; y mi tia, acariciando à su gato, miró á Inés lo mismo.

- Betsey Trotwood... dijo ella, se trata de mi, sobrino mio, y no de vuestra hermana; Bet- sey Trotwood, poseia cierta fortuna;-poco im- porta su renta, puesto que era suficiente para vi- vir; tenia aun mas que lo necesario, puesto que habia hecho economías y las habia añadido al capi- tal. Betsey Trotwood habia empezado por comprar fondos públicos; luego, siguiendo el consejo de su hombre de negocios, habia colocado su dinero sobre hipoteca, muy ventajosamente. Desgracia- damente le fué devuelto, y entonces creyéndose que lo sabia todo, mas aun que el que la habia aconsejado otras veces... hablo de vuestro padre, Inés... quiso guiarse por si sola y especuló en mi- nas, en pesquerias, en acciones de bancos particu- lares, y merced á esta última especulacion, sus li- bras esterlinas solo valen chelines, ó quizás medios chelines, segun me aseguran : hé ahi cómo Betsey Trotwood, rica ayer es hoy pobre.

Mi tia concluyó la exposicion de su estado finan- ciero, fijando una mirada triunfante en Inés, cuyo rostro volvió á cobrar poco á poco sus colores.

- Mi querida miss Trotwood, i no hay mas que eso ? le preguntó Inés.

- Creo que es bastante, hija mia, respondió mi tia. Si aun hubiese tenido algun dinero que per- der, tal vez podria contar mas, pues me hubiera arreglado para perderlo con el resto, y formaria un capitulo de mas en mi relato. Pero, se acabó el dinero, se concluyó la historia... Me engaño; falta la conclusion y héla aqui: despues de haber perdido casi toda su fortuna, miss Betsey vivió feliz el resto de sus dias. Espero que esto, al menos, será verdad como lo demas; en el interin consultémonos. Inós, teneis mucho talento; lambien á vos, Trot, se os ocurren buenas ideas algunas veces... por mas de que no siempre pueda cumplimentaros... arregle- mos nuestro presupuesto : la casita del mar puede, por término medio, producir de alquiler setenta libras esterlinas al año... hé aqui lo mas claro de nuestra renta... Dick tiene unas cien libras esterli- nas al año; pero esta cantidad se gastari exelusi- vamente con él. Si sucediese lo contrario, preferi- ria separarme de él.