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DAVID COPPERFIELD.

el corazon de un peso enorme, ¡no olvidaré nunca tanta bondad !

- Pero, dijo miss Lavinia, preferimos conside- rar estas visitas como hechas á nosotras prévia- mente, dispensándonos de reconocer ningun com- promiso entre Mr. Copperficld y nuestra sobrina, hasta que tengamos el tiempo...

- Hasta que lengais el tiempo, hermana Lavi- nia, interrumpió miss Clarisa.

- Sea, dijo suspirando de nuevo miss Lavinia, hasta que tenga el tiempo de observarlos.

- ¡Copperfield! dijo Traddles volviéndose hácia mi, conoceis, estoy seguro, que no puede darse una cosa mas prudente y razonable...

- Efectivamente, exclamé, lo siento asi con toda mi alma.

- En este estado de cosas, dijo miss Lavinia, debemos exigir de Mr. Copperfield la palabra de caballero de quc ninguna comunicacion de ningu- na especie, tendrá con nuestra sobrina, sin que no la conozcamos; que ningun proyecto se hari relativamente i nuestra sobrina, sin que se nos so- meta préviamente...

- A vos, hermana Lavinia, á vos, dijo miss Clarisa.

- Sea, hermana, respondió miss Lavinia con resignacion... á mi pues, y despues de haber reci- bido nuestro concurso. Tales son nuestras estipu- laciones expresas, y por esto hemos deseado que os acompañase un amigo confidencial, para tomar el empeño ante un lestigo. Os vamos á dejar deli- berar un cuarto de hora con vuestro amigo... per- mitid que nos retiremos.

Por mas que repetia que mis reflexiones estaban hechas, que eslaba pronto á suscribir á todo sin esperar un cuarto de hora, ni un minuto, las dos hermanas persistieron en la grave formalidad de la deliberacion en regla, y se retiraron con su digni- dad... de pájaro, dejándome el liempo de recibir las felicitaciones de Traddles. Despues de quince minutos exactos, aparecieron con la misma dig- nidad. Juré aceplar todas las condiciones prescritas.

- Hermana Clarisa, dijo miss Lavinia, el resto os pertenece.

Miss Clarisa, descruzando sus brazos por vez primera, tomó de manos de su hermana un me- morandum y dijo :

- Tendremos mucho placer en recibir á comer todos los domingos á Mr. Copperficld, si es que le conviene; conmemos á las tres de la tarde.

Hice un saludo de asentimiento.

- En el corriente de la semana, prosiguió miss Clarisa, tendremos mucho placer en admitir á Mr. Copperfield å tomar el té... la hora es à las seis y media.

Me incliné de nucvo.

- Dos veces semanales, dijo miss Clarisa, pero no mas; tal es nuestra costumbre.

Saludé por tercera vez.

- Miss Trotwood, añadió miss Clarisa, la tia de Mr. Copperfield nos visitará lal vez. Cuando las visitas pueden redundar en provecho de todos, nos agrada recibirlas y hacerlas. Cuando conviene para la dicha de lodos que las visitas no se efeetúen (como en el-caso de nuestro hermano Francisco), es diferente.

Contesté que mi tia tendria una gran satisfac- cion en conocerlas, aunque confiese aqui que no estaba muy seguro de que las tres tias se entendie- sen de una manera satisfactoria.

Estando terminadas las estipulaciones, renové la cxpresion de mi viva gratitud, y cogiendo la mano de miss Clarisa primero y la de miss Lavinia des- pues, las llevé sucesivamente á mis labios.

Entonces miss Lavinia se levantó, y rogando á Mr. Traddles nos dispensase por un momento, me dijo que la siguiese.

Obedeci temblando, y me condujo á otra habita- cion, donde emcontré á mi querida Dora con los oidos aplicados contra la puerta...

Miss Lavinia se dignó dejarnos solos.

¡Qué bonita estaba con su vestido negro! ¡cuán- los suspiros, cuántas lágrimas ! ; con qué tenacidad rehusó abandonar el rincon donde se habia refu- giado !...

Por fin consintió en accrcárseme, enjugando sus últimas lágrimas y apoyándose sobre mi hom- bro.

Quise contarle mi entrevista con sus tias, pero me confesó haberlo oido todo, y aun visto, á tra- vés de la cerradura y de los erizados cabellos de Traddles, que la habian asustado mucho.

Cuando Dora se entregaba á sus zalamerias de niña mimada, que me hacian tanta gracia, y olvi- dando que mi amigo esperaba, le repetia que pesar de su espeluznada cabeza era el mejor hom- bre del mundo, miss Lavinia vino á buscarme.

Miss Lavinia amaba á Dora con todo su corazon (me dijo que Dora era lo que ella habia sido en su juventud, lo que no dudo, pero preciso es decirlo...