Página:David Copperfield o El sobrino de mi tía (1871).pdf/282

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida

270
DAVID COPPERFIELD.

ciprocamente y nuestra mirada no fué por cierto amistosa. En breve, me encontré al lado de mi tia.

- Tia mia, la dije, yendo derecho al fin, es el mismo hombre que ha venido para intimidaros; dejad que le hable; ¿quién es?

- Niño! dijo mi tia asiéndome del brazo, ve- nid y esperad diez minutos para dirigirme la pa- labra.

Nos sentamos en su saloncito; mi tia lloraba, y se colocó detrás de un viejo biombo para meditar, enjugando sus lágrimas.

Despues de un cuarto de hora, dueña de si mis- ma, acercó su silla á la mia y me dijo :

- Trot, ¡es mi marido!

- ¡Vuestro marido, tia! Crei que habia muerto.

- Muerto para mi, pero vive... Escuchad, pro- siguió con su impasibilidad ordinaria, Betsey Trot- wood no parece á propósito para inspirar tiernas pasiones, no es cierto? Sin embargo, hubo una época, Trof, en que ereyó á ese hombre, en que le amó mucho, en que no hubo prueba de cariño sincero y desinteresado que o le diera. Él la re- compensó disipando su fortuna y destrozándola el corazon; por esto Betsey encerró en una tumba todo sentimiento de aquel género y se separó del que la habia engañado.

- ¡Querida tia!

- Al tomar esta resolucion, continuó mi tia, fui generosa... si, puedo repetir hoy que fui ge- nerosa. Habia sido tan eruel para conmigo, que hubiese alcanzado facilmente uma separacion le- gal y en los términos mas favorables para mi; no hice nada. Se comió bien pronto lo que le habia dado, y cayó en lo último de la escala social; se casó con otra mujer, y creo que se hizo un aventurero, un jugador, un bribon. Habeis visto cómo se en- cuentra ahora... pero cuando me casó con él tenia una distineion... (continuó mi tia en un tono de voz en que cerei reconocer el eco de un orgullo desengañado), yo veia en él al honor personifica- do... Era una loca... No es nada, mi Trot, menos que nada; pero antes que verlo castigado como lo seria si vagabundease por la ciudad, le remito todo el dinero que puedo cuando aparece. Fui una loca cuando me casé y lo sigo siendo hasta el ex- tremo que, en memoria de lo que supuse que era, me disgustaria que este fantasma de las ilusiones de mi juventud, sufriese el duro tratamiento que merece... porque era muy severa, Trot, como la que mas puede haberlo sido.

Mi tia suspiró y reasumió su confidencia fria- mente.

- ¡Esto es todo, mi querido amigo! Ahora, ya sabeis el principio, el medio y el fin. Es un asunto del que no hablareis á nadie, sea quien sea. ¡Es necesario conservar para nosotros solos, Trot, la historia de vuestra vieja tia!

XXI
NUEVOS DETALLES DOMÉSTICOS.

Publiqué mi obra y tuvo mucho éxito. No deja- ba aturdirme por la adulacion que zumbaba en mis oidos, aunqque me gustase y reconociese en el fondo mas que nadie, el verdadero valor de mi trabajo.

He observado siempre, estudiando los hombres, que el que tiene razones para creer en si mismo, no se pavonea nunca delante de los demas, á fin de obligarlos á creer en él.

Por esto supe permanecer modesto para conser- var mi dignidad, y cuanto mas me alababan, mas queria merecer ser alabado.

No pretendo contar, en estas memorias, la histo- ria de mis novelas; hablan por si mismas; si algu- na alusion hago es por incidente, y porque han desempeñado un papel principal en mi vida

Reconociendo que la naturaleza y las circuns- tancias me habian hecho autor, seguí mi vocacion con seguridad.

Sin esta creencia hubiese renunciado probable- mente, para concentrar toda mi energia sobre otra cosa; hubiese tratado de eonocer lo que estaba destinado á ser un dia por la naturaleza y las cir- cunstancias, para ser esto ó aquello.

Habia eserito tan ventajosamente en los perió- dicos y otras partes, que cuando llegó mi gran éxito, consideré que podia abandonar razonable- mente la enojosa tarea de redactar los debates de los Comunes.

Una noche anoté por última vez la música de la gaita parlamentaria, y no he vuelto á oirla des- pues, aunque reconozco aun en los periódicos el mismo aire monótono, sin la menor variacion, sal-