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DAVID COPPERFIELD.

contento en lo venidero de mi mujer-niña, tal como era, y no tratar de cambiarla por una educa- eion sistemática.

Cansado de mi estéril diserecion y de la violen- cia que habia impuesto à Dora, compré unos pen- dientes para ella y un collar para Jip, y llegué á mi casa con estos insignificantes presentes.

Dora me abrazó con alegria; pero la nube no estaba del todo disipada, y yo habia resuelto que el cielo de nucstra amistad quedase limpido.

Me senté al lado de mi mujer, en el sofä, y po- niéndole los pendientes le dije :

- Dora, desde hace algun tiempo no hemos sido el uno para el otro tan amables como ante- riormente; es culpa mia, mia del todo... y tengo que ser razonable...

- Y que volverme razonable á mí tambien, no es cierto, David?

Respondi con una mirada de asentimiento á los encantadores ojos que formulaban esta pregunta al mismo tiempo que los labios, y sellé estos últi- mos con un beso.

- No, dijo Dora, dejadme hablar; habeis hecho una tentativa inútil, David; sabeis lo criatura que soy; y el nombre que os he suplicado darme; si lo olvidais, es que vuestro amor no es el mismo. Es- tais seguro, David que no pensais alguna vez, en que os hubiese valido mas tener...

- Tener... ¿el qué, querida mia? dije observan- do que no concluia su frase.

- ¡Nada! añadió Dora.

- ¿Nada? repeti.

Rodeó mi cuello con sus torneados brazos, una sonrisa dividió sus labios, y llamándose locuela, ocultó su rostro en mi hombro.

- Sí, dije separando los sedosos bucles de su cabellera, ¡nada! hubiese hecho mucho mejor en no hacer nada, que intentar formar el carácter de mi mujercita : ¿no es esa vuestra pregunta? Pues bien, si, no tengo razon.

- ¡Ah! exclamó Dora, esa era vuestra inten- cion, mal muchacho!

– Pero no volveré á intentarlo, dije, porque amo tiernamente á mi esposa como es... Querida mia, continuad siendo la Dora que ha formado la naturaleza; nada mas de experiencias infructuosas; seamos lo que éramos, y que nos sonria la ventura.

- Y que nos sonría la ventura, replicó Dora, sí, todo el dia; y no os inquieteis mas si algunas cosas van torcidas.

- No, no; todo marcha divinamente.

- ¿Y no dircis mas que corrompemos à los otros, no es verdad, David? porque, es preciso que lo sepais, es muy fastidioso el oirse decir esas cosas.

- No, no.

- ¿No es mejor para mi que sea estúpida, que no que me fastidien?

- Sed natural, Dora, eso es mejor que nada del mundo.

- ¡Que nada del mundo! David, ;el mundo es muy grande!

Y encantada de sus palabras lanzó una carcaja- da, y despues de abrazarme fué á probar á Jip su nuevo collar,

Asi terminó mi última tentativa para educar á Dora; me habia hecho muy infeliz, no habia podi- do soportar mi aislada templanza, ni conciliarla con el nombre de mujer-niña que habia prometido dar á Dora, y me decidí á amar á mi graciosa mu- jer-niña como queria ser amada, y ser dichoso.

Y lo fui, porque, lo repito, yo tambien era ama- do; Dora estaba orgullosa de mi, y cuando Inés le eseribia cuánto halagaba y enorgullecia á todos mis amigos mi creciente reputacion, Dora me leia repetidas veces aquellos párrafos con lágrinas de alegria en los ojos.

No oeultaré que la penosa reflexion oscurecia de nuevo mi dicha, pero permanecia en el fondo de mi corazon, y la luz seguia brillante alrededor de Dora.

Despues de haber intentado en vano asimilar el carácter de Dora al mio, conoci que debia asimi- larme å ella lo mas posible, y convertirme en un niño; lo hice, y nuestro segundo año de matrimo- nio pasó mas felizmente que el primero.

Pero pasado el segundo año, Dora perdió su sa- lud; habia esperado que mi mujer-niña seria ma- dre, y que un angelito sonriendo sobre su seno, habria modificado realmente su carácter, mucho mejor que yo : esta esperanza se desvaneció; el angelito no hizo mas que aparecer en el dintel de su prision mortal, ¡y subió libre à los eielos!

La prueba fué muy fuerte, especialmente para una criatura tan delicada como Dora.

Un dia que mi tia trabajaba tranquilamente á la cabecera de su cama :

- Tia mia, le dijo Dora, cuando me levantle y pueda correr como antes, haré que Jip corra de- trás de mi; se vuelve muy perezoso.