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DAVID COPPERFIELD.

con su humilde amabilidad, dirigiendo á cada uno de nosotros melosos cumplidos; me tendió una mano que estreché con vergüenza, pero no podia aun obrar de diferente modo.

- Las cosas están bien cambiadas en este estu- dio, mistress Trotwood, dijo á mi tia, desde el dia en que me visteis en él, humilde pasante, solicito á tener vuestro poney... pero yo no he cambiado en nada.

- Decis la verdad, replicó mi tia; y aun, si puede agradaros, creo que habeis sido fiel á las promesas de vuestra juventud.

- Mil graeias, mistress Trolwood, dijo con una de sus contorsiones de costumbre; Micawber, pre- venid á miss Inés y á mi madre de esta visita. Mi madre tendrá el mayor placer en veros.

- ¿No estais ocupado, Mr. Heep? preguntó Traddles, en quien Uriah fijaba especialmente su mirada oblicu:a.

- No, Mr. Traddles, respondió sentándose y cruzando sus huesosas manos entre sus rodillas. No, no tan ocupado como yo quisiera, porque los médicos, los hombres de leyes y los tiburones, vos lo sabeis, pues sois del oficio, son insaciables. Sin embargo, la indisposicion casi contínua de Mr. Wickfield no nos deja desocupados.... No sois muy intimo amigo de Mr. Wickficld, segun creo, Mr. Traddles; yo mismo no he tenido mas que una vez ó dos el honor de veros en Lóndres.

-En efecto, no soy un amigo intimo de Mr. Wick- field, replicó Traddles, que iba á aprovechar esta coyuntura para entrar en materia, porque de lo contrario hace mucho tiempo que hubiera venido á veros, Mr. Heep.

A pesar del aspeeto ingénuo de Traddles, Uriah creyó adivinar un sentido sospechoso en sus pala- bras, porque le dijo con una siniestra mirada :

- Lo siento, Mr. Traddles. Mr. Wickfield', salvo ligeras debilidades, os inspiraria como á to- dos sus amigos una sincera admiracion... Pero si quereis conocer todas las excelentes cualidades de mi antiguo principal, hoy mi asociado, dirigios á Mr. Copperfield; el elogio de la familia es para él materia inagolable.

No sabia qué contestar, cuando Inés entró acompañada de Mr. Micawber, que habia ido á buscarla.

Su semblante no me pareció tan tranquilo como de ordinario, pero su emocion prestaba un nuevo atractivo á su simpática hermosura.

Uriah la observaba mientras que nos manifesta- ba su alegria por nuestra visita, y me hizo pensar en esos cuentos fantásticos en que un génio rebel- de vigila á un ángel bueno.

Traddles y Micawber cambiaron una señal de inteligencia, y el primero salió del estudio sin que lo notara nadie mas que yo.

- Podeis retiraros, Micawber, dijo Uriah.

Mr. Micawber, con una mano sobre la regla medio oculta en su chaleco, y en pié en el dintel de la puerta, observaba é uno de sus prójimos, y este mortal era su principal.

-¿Qué esperais, Micawber? ¿ Me habeis oido? repitió Uriah.

- Si, dijo Micawber inmóvil, impasible.

- Entonces, ¿por qué no os retirais?

- Por la razon sencillisima de... que no me dá la gana! dijo Micawber.

Uriah se puso livido y miró á Micawber con mas sorpresa que cólera, ó al menos supo repri- mir lo bastante este último sentimiento, para de- cir con una forzada sonrisa :

- Sois muy original algunas veces, y lemo que deba pasarme sin vuestros servicios, Micawber... Retiraos, os hablaré dentro de un momento.

Mr. Micawber exclamó con una extraordinaria vehemencia :

- Si hay en el mundo un canalla con el que estoy cansado de hablar... ese canalla se llama... ¡Heep!

Uriah retrocedió y estuvo á punto de caer de espaldas, como si un brazo invisible lo hubiese gol- peado.

Luego de dirigir una mirada siniestra á su alre- dedor, dijo elevando la voz gradualmente :

- ¡Ah! ¡ah! es una emboscada! Os habeis re- unido, señores, de acuerdo con mi pasante. Mr. Copperfield, pensadlo bien, nunca fuimos amigos; habeis escuchado en demasia á la envidia y el ódio que os he inspirado siempre, pero sabré contra- minar vuestras minas, Mr. Copperfield. Y vos, Micawber, salid; voy á hablaros al instante.

- Mr. Micawber, dije, acaba de producirse en ese hombre un cambio tan repentino, que me asegura está acorralado. Tratadlo como se me- rece.

Pero Uriah, sin desconcertarse, replicó enjugan- dose la frente :

- Se trata de arruinarme ó disfamarme; ¿pero habeis calculado todas las consecuencias de esta