Página:David Copperfield o El sobrino de mi tía (1871).pdf/311

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida

299
DAVID COPPERFIELD.

- Me habiais hablado, miss, replicó, dispensad- me... Cuando comprendi que no volveria y que seria dificil hallarla, fui á unirme con Mr. James en el lugar á donde me dijo se dirigia y le informé de lo ocurrido. Resultaron palabras ofensivas y crei de mi deber abandonar su servicio. Podia to- lerar muchas cosas á Mr. James, pero me insultó en extremo, me golpeó y hasta me hirió. Cono- ciendo las diferencias que lo tenian separado de su madre, y la inquietud de mistress Steerforth, me he tomado la libertad de volver á Inglaterra y con- tar...

- Mediante ua suma que le he dado, me dijo miss Dartle.

- Si, señora, y contar lo que acabo de repetir. Me parece que no tengo nada mas que añadir, dijo Littimer despues de un momento de reflexion. Ahora estoy sin acomodo y me seria muy agrada- ble encontrar una buena colocacion.

- Tencis algo que preguntarle? me dijo miss Dartle.

- Descaria saber si se ha interceptado una carta que la familia de esa desdichada le escribió, ó si ese hombre supone que la haya recilbido.

- Caballero, dijo Littimer despues de haber consultado la mirada de miss Dartle, pues que me lo ordenan, puedo responderos, sin hacer traicion á mi antiguo amo, que es muy probable el que Mr. James no haya permitido la recepcion de car- tas que contribuyesen á aumentar la tristeza de la jóven... Desearia que no siguiésemos por este ca- mino.

- ¿ Es eso todo lo que deseais saber? insistió miss Dartle.

- Sí... Y como viese que Littimer se disponia á retirarse, añadi : - Diré, sin embargo, que he comprendido cel papel que ese hombre ha desem- peñado en esta funesta historia, y como lo contaré al que ha servido de padre á csa infortunada desde su niñez, le aconsejo no se presente en público con frecuencia.

Litlimer se habia detenido con su calma habi- lual para escucharme, y me contestó :

- Mil gracias, caballero; pero dispensadme si os digo que o existen en este pais eselavos y capataces, y que no se pernite tomarse la justicia por su mano. Los que lo hacen es por su cuenta y riesgo; por lo tanto, no tendré el menor incon- veniente en ir alli donde me plazea, caballero.

Me saludó, como lambien á miss Dartle, y se ausentó por el pasaje practicado en el seto de acebos.

Miss Dartle y yo nos miramos algunos minutos en silencio; la fisonomia de la jöven era la misma que cuando llamó á Littimer,

- Nos ha comumicado, adenas, me dijo, que su amo está en las costas españolas, entregado á su aficion por el mar, lo que os importa poco, sin duda. Entre la madre y el hijo-la barrera es aun mas insuperable que antes, y se parecen demasiado para que uno de ellos ceda el primero; el tiempo no hará mas que aumentar su impetuosidad y su obstinacion; esto lambien debe importaros poco; pero es necesario, para venir a lo que deseo ma- nifestaros. La mujer que crecis un ángel y es para nosotros un demonio, esa vulgar sirena, recogida por Mr. James en el fango de un puerto de maur... puede ser que viva, pues esa clase de gente tiene siete vidas. Si vive, descaria encontrar esa perla para tener cuidado de ella. Nosotras tambien lo descamos, porque no quisiéramos que Mr. James volviese á caer en sus redes; tenemos, pues, un interés comun, y por esto he querido que oigais lo que habeis oido; por esto os tendré al corriente de lo que sepa de hoy en adelante, yo, que de- searia lanzar sobre esa desdichada todos los males que pudiese sufrir. Si vive aun, la descubriré; liad en el instinto de mi odio...

Por el cambio que sufrió su rostro, conoci que alguien se acercaba por delrás de mi; era mistress Steerforth, que me tendió la mano con mas frial- dad que otras veces y con su exagerada altivez.

Reconoci, sin embargo, que conservaba el re- cuerdo de mi tierna amistad por su hijo.

Habia cambiado de un modo visible: su talle era menos derecho y esbelto, las arrugas sureaban su rostro y sus cabellos habian encanccido; pero cuando se sentó me parcció hermosa todavia, y vi brillar los ojos de la madre con la mirada noble del hijo, que me habia fascinado hasta en mis sue- ños de estudiante.

- Mr. Copperfield está informado de todo?

- Sí.

- ¿Ha oido al mismo Littimer?

- Si, y le he dicho por qué habiais descado que fuera asi.

- Mil gracias, Rosa... Calallero, me dijo en se- guida mistress Steerforth, ha mediado una corta correspondencia entre vuestro antiguo amigo y yo, pero nada ha podido despertar el sentimiento de