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DAVID COPPERFIELD.

Mr. Murdstone tenia carácter: verdad es que nadie tenia mas carácter en el mundo que Mr. Murdstone, ó mejor dicho nadie podia poseer esa cualidad, pues todo el mundo tenia que doblegarse ante él. Su hermana era una excepcion : podia tener carácter relativamente, pero un carácter inferior y debiendo siempre ceder ante la voluntad de su hermano. Mi madre era una segunda excepcion : podia y debia tener carácter, pero únicamente para sostener el de los otros dos y creer que no existia en el mundo otra voluntad que la de ellos.

— Triste es que en mi casa... se aventuró á decir mi madre.

— ¿Mi casa? repitió Mr. Murdstone; ¡Clara!

— Quiero decir nuestra casa, tartamudeó mi madre asustada, — espero que comprendeis lo que quiero decir, Eduardo; — triste es que en vuestra casa no pueda decir ni una palabra acerca de las cosas domésticas. Antes de nuestro casamiento, se me figura que no lo hacia tan mal. ¿Es preciso que os presente un testigo que lo confirme? añadió sollozando, preguntad á Peggoty si no salia airosa cuando me proponia algo.

— Eduardo, añadió miss Murdstone, esto tiene que acabar; mañana me marcharé.

— Juana Murdstone, respondió su hermano, ¡callad! ¿Os atreveis á decir que no conoceis mi carácter?

— Seguramente, replicó entonces mi madre llorando á lágrima viva y ya subyugada, no deseo que se vaya nadie. No pido mucho pues soy razonable; me bastará con que se me consulte alguna que otra vez. Estoy agradecida á cualquiera persona que me ayude, y me bastará con que se me consulte de cuando en cuando por la forma. Hubo un tiempo en que parecísteis sumamente halagado de mi inexperiencia, Eduardo, — al menos así me lo decíais; — pero os habeis vuelto bien severo... como si lo que otra vez os complacia tanto ahora os disgustara.

— Eduardo, repitió miss Murdstone, quiero que se concluya todo esto; mañana me voy.

Entonces su hermano añadió con voz de trueno :

— Juana Murdstone, ¿quereis callaros? ¿Cómo os atreveis?...

Miss Murdstone echó mano al pañuelo y se lo llevo á los ojos.

— ¡Clara! prosiguió Mr. Murdstone dirigiéndose á mi madre, ¡me asombrais, me volveis el juicio! Sí, tenia por una gran felicidad el casarme con una jóven, sencilla y sin experiencia, formar su carácter y comunicarle algo del carácter y decision que necesitaba. Pero cuando Juana Murdstone es lo suficientemente buena que acude en mi socorro para esto y al mismo tiempo para llenar las funciones equivalentes á las de una ama de llaves... cuando en premio de su amabilidad recibe tal pago...

— ¡Ah! por compasion, Eduardo, exclamó mi madre, no me acuseis de ingratitud. No, no lo soy, nadie me ha echado nunca en cara semejante cosa. Puedo tener defectos, pero nunca ese... ¡Ah! ¡por favor, amigo mio!

Pero Mr. Murdstone no se dejaba interrumpir así, y cuando mi madre se calló, él continuó su frase :

— Cuando Juana Murdstone, repito, se ve tan indignamente tratada, mis afectos se entibian y alteran extraordinariamente...

— No, no digas eso, amigo mio, exclamó mi madre con tono de súplica. Eduardo, por compasion, no puedo oir semejante cosa. Sé que soy afectuosa; no lo diria á no estar cierta de serlo. Preguntad á Peggoty, y vereis cómo os dice que soy afectuosa.

— Clara, replicó Mr. Murdstone, ninguna debilidad lograria producir el menor efecto sobre mí. Perdeis vuestro tiempo, Clara.

— Seamos buenos amigos, dijo mi madre, no podria vivir si se me tratara con frialdad; bien sé que tengo muchos defectos, y os agradeceré, Eduardo, que con vuestra bondad de corazon trateis de corregírmelos. Juana, accedo á todo; la sola idea de vuestra partida me desolaria.

Mi madre estaba sumamente afectada para poder continuar.

— Juana Murdstone, le dijo su hermano, entre nosotros nunca ha surgido una palabra mas alta que otra. Yo no tengo la culpa del escándalo de esta noche, pues me he visto arrastrado bien á mi pesar. Tratemos de olvidarlo, y como todas estas explicaciones, añadió despues de tan magníficas frases, no son para darlas delante de un niño... David, vé á acostarte.

Me faltó tiempo para tomar la puerta y apenas si pude dar con ella, pues las lágrimas empañaban mis ojos; mi madre era muy desgraciada, segun mi opinion. Retiréme, pues, á tientas, y así subí en medio de la oscuridad mas profunda hasta llegar á