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DAVID COPPERFIELD.

El nuevo inspector, antes de ocuparse de su cargo, comió en la mesa de Mr. Creakle en compañía de Steerforth, á quien se le presentó de aquel modo á fin de que pudiera dar su parecer. Steerforth le halló á su gusto y nos le ponderó como muy superior á Mr. Mell. Quizás realmente lo era, pero no se tomó el mismo trabajo que se habia tomado Mr. Mell para instruirme.

Voy á citar aquí, pues tengo varias razones para ello, otro hecho que, fuera de los incidentes diarios del colegio, hizo época para mí.

Una tarde, Tungay dejó oir en la clase su voz de trueno para decir :

— Una visita para Copperfield.

Mr. Creakle y Tungay, despues de haber cambiado entre si algunas palabras para decidir si recibiria ó no la visita, se acordó que saliese á verla al refectorio. Acudí con gran zozobra, preguntándome quién podia ser, creyendo al principio en Mr. ó en miss Murdstone, luego en mi madre, á cuya idea no tuve valor para abrir el pestillo de la puerta que ya habia cogido mi mano : me detuve para que mi corazon cobrara aliento.

Al entrar no ví á nadie : así que se calmó mi emocion, reconocí á Mr. Peggoty y á Cham que, apoyados contra la pared, me saludaban quitándose el sombrero hasta los piés. No pude menos de reirme, sobre todo de gozo : las lágrimas reemplazaron á la risa y nos estrechamos la mano cordialmente.

Mr. Peggoty halló que yo habia crecido mucho, lo mismo que Cham. Les pregunté cómo seguia mi madre, mi querida Peggoty, mistress Gummidge y Emilia, — série de preguntas á las que me respondieron sucesivamente; — luego, despues de un intervalo de silencio, Mr. Peggoty sacó de su bolsillo dos langostas enormes, un gran cangrejo de mar y un saco de langostinos.

Al dármelos, me dijo :

— Ya veis cómo no nos hemos olvidado que era lo que mas os gustaba; la vieja, la viuda del compañero, los ha cocido.

Agradecíselo en el alma.

Mr. Peggoty me participó en seguida que su hermana, sabiendo que él debia ir con su barco desde Yarmouth á Gravesend, le habia enviado las señas del colegio, encargándole que no dejase de ir á verme á Salem-House.

— Y como el viento y la marea nos han ayudado, continuó, aquí nos teneis.

Cada vez estaba mas loco de alegría, y las preguntas menudeaban que era un gusto.

— ¿Con que creeis que he crecido mucho y que me he desarrollado? le dije á Mr. Peggoty. ¿Tambien Emilia debe estar muy crecidita?

— Sí, respondió; está hecha una mujercita.

Y con el entusiasmo de una verdadera afeccion paternal, Mr. Peggoty me contó todos los progresos, todas las perfecciones de tan encantadora criatura. En esto llegó Steerforth, y viéndome en un rincon con dos extraños, interrumpió una cancion que tarareaba para decirme :

— No sabia que os halláseis aquí, mi querido Copperfield.

En efecto, Mr. Creakle no habia juzgado á propósito recibir á dos pescadores, por mas que estuviesen vestidos con sus trajes de dia de fiesta, en la sala destinada á las visitas.

— No os vayais, Steerforth, le respondí; pues estaba orgulloso pudiéndole presentar á mis dos individuos, y dándole á conocer Peggoty y Cham. No os vayais, Sleerforth, os lo suplico. Os presento á dos pescadores de Yarmouth, — dos personas tan buenas como amables, — parientes de mi querida Peggoty, y que han venido á verme desde Gravesend.

— Sí, sí, dijo Steerforth, me alegraré mucho conocerles. Señores, tengo el gusto de saludaros.

¡Qué franqueza en sus modales! ¡qué gracia natural y qué distincion! Su voz tenia un timbre que seducia. Verdaderamente tenia un atractivo al que pocas personas podian resistir. No me extrañó que produjese su efecto de costumbre en el tio y el sobrino.

— Cuando veais á mi querida Peggoty, les dije, ó cuando Emilia le escriba, quiero que sepan en casa que Steerforth ha sido sumamente bueno para mí, y que á no ser por él no sé qué seria de mí en este colegio.

— ¡Vaya, vaya, no hay que decir nada de eso! exclamó Steerforth echándose á reir.

— Y si Steerforth va alguna vez al condado de Suffolk, estad seguro, Mr. Peggoty, proseguí, que le conduciré á Yarmouth, para que vea vuestra casa. No habeis visto nunca, estoy seguro, una casa semejante, amigo mio; está dentro de un barco.

— ¡Es posible! exclamó Steerforth. En ese caso, ¡es la casa que convenia á unos marinos como estos!

— Teneis razon, señorito, exclamó Cham, su-