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DAVID COPPERFIELD.

— Me alegro que os arrepintais, David, me respondió.

La mano que me alargaba era la que habia mordido. No pude impedirme de ver una cicatriz; pero la expresion de su fisonomía no tardó en turbarme.

— ¿Cómo estais, señora? pregunté á miss Murdstone.

— ¡Dios mio! respondió suspirando y alargándome las tenacillas del azúcar en vez de sus dedos... ¿Cuánto tiempo duran las vacaciones?

— Un mes, señora.

— ¿A partir desde cuando ?

— Desde hoy.

— ¡Oh! dijo miss Murdstone, un dia de menos.

Llevaba, digámoslo así, la cuenta en su calendario de vacaciones, y cada mañana borraba un dia apenas habia empezado : continuó esta operacion hasta que hubo llegado á diez; pero, cuando pudo hacer dos cruces una al lado de la otra, la esperanza iluminó su rostro, y hasta casi estuvo alegre al ver que se aproximaba el dia treinta y uno.

Pero ¡ay! desde el primer dia tuve la desgracia de inspirarla un violento terror, por mas que ella no estuviese sujeta á tales debilidades.

Habia entrado en la sala, donde estaba ocupada en ensartar abalorios, su diversion favorita. El reciennacido, que solo contaba algunas semanas, estaba sobre las rodillas de mi madre; cogíle con precaucion en mis brazos.

De repente, miss Murdstone arrojó un grito tan violento que por poco le dejo caer.

— ¡Mi querida Juana! exclamó á su vez mi madre.

— ¡Dios mio! ¡Clara, mirad esto! exclamó de nuevo miss Murdstone.

— ¿Qué es ello, mi querida Juana?

— ¡Lo ha cogido! dijo miss Murdstone con el mismo espanto. David ha cogido en sus brazos al niño.

Estaba como paralizada de horror; pero se irguió para lanzarse sobre mí y cogerme mi hermano; luego estuvo á punto de desmayarse, se quejó como si sufriese, y fué preciso darla aguardiente de cerezas. Así que recobró sus sentidos, me prohibió formalmente que cogiera á mi hermano, no importa bajo qué pretexto, y mi pobre madre, segun lo que veia, deseaba lo contrario; pero tuvo que confirmar la prohibicion, añadiendo:

— A no dudar, teneis razon, mi querida Juana.

Otro dia, que nos hallábamos reunidos los tres, mi pobre hermanito, que me era muy querido, á causa de nuestra madre, prestó una nueva ocasion á miss Murdstone de encolerizarse.

Mi madre, que examinaba sus ojos mientras que lo tenia en sus rodillas, me dijo :

— David, ven aquí.

Y se puso á examinar mis ojos.

Miss Murdstone prestaba la mayor atencion.

— Confieso, dijo mi madre con dulzura, que son exactamente parecidos. Supongo que son los mios, pues son del mismo color, y se parecen muchísimo.

— ¿Qué es lo que estais diciendo, Clara? preguntó miss Murdstone.

— Mi querida Juana, respondió mi madre tartamudeando, un poco turbada por el tono severo de aquella pregunta, creo que los ojos del chiquitin y de David son enteramente iguales.

— Clara, dijo miss Murdstone irguiéndose con aire amenazador, á veces sois bien loca.

— ¡Mi querida Juana! dijo mi madre como si quisiese protestar.

— ¡Una verdadera loca! continuó miss Murdstone. ¿Quién se atreve á comparar el hijo de mi hermano con el vuestro? No se parecen en nada. Son sumamente diferentes, y espero que continuarán siéndolo. No quiero seguir oyendo semejantes atrocidades.

Y en seguida salió y cerró la puerta con violencia.

En fin, no era el favorito de miss Murdstone; y á decir verdad, no era el favorito de nadie; pues los que me querian no podian probarme su afeccion, y los que no me querian lo hacian ver claramente : así, me sentia siempre de mal humor, contrariado, molestado y molestando á los demas.

Si entraba en la sala donde estaba mi madre con Mr. Murdstone y su hermana, los tres hablaban entre sí, y mi madre parecia alegre hasta cierto punto, veia una nube de inquietud que se extendia sobre su encantador rostro. Si, por casualidad, Mr. Murdstone estaba de buen humor, se volvia taciturno; si miss Murdstone se hallaba en un cuarto de hora de mal talante, se agriaba aun mas su carácter.

A través de mi susceptibilidad, conocia que mi madre era una victima. Tenia miedo de hablarme ó de parecer que me demostraba demasiado cariño, pues temia que la regañasen despues, como si hubiese cometido un crímen.