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DAVID COPPERFIELD.

Así, siempre estaba sobre sí, al mismo tiempo que seguia todos mis movimientos tratando de examinar el efecto que producirian en los demas. Resolví, pues, permanecer casi siempre aparte. Veces mil oí sonar la campana desde mi cuarto, envuelto en mi capote y leyendo mis novelas.

Algunas veces, por la noche, me iba á sentar á la cocina con Peggoty. Allí estaba á mis anchas, y no temia que me viesen tal como era naturalmente. Pero en la sala no se aprobaba ninguno de estos dos recursos, y el espíritu de tiranía que reinaba trató de privarme de ambos.

Se me juzgó aun necesario para la educacion de mi pobre madre, y como un medio de probar sus adelantos en la escuela de la entereza.

Mis ausencias fueron una nueva queja contra mí.

— David, me dijo un dia Mr. Murdstone al salir de la sala como de costumbre, tengo el disgusto de ver que vuestro carácter es sombrío y demasiado ensimismado...

— Tan sombrío como el de un oso, añadió miss Murdstone.

Yo bajaba la cabeza por toda respuesta.

— Así, pues, David, añadió Mr. Murdstone, un carácter sombrío y ensimismado es el peor de todos los caracteres.

— Y este muchacho, observó su hermana, es el mas testarudo ensimismado y sombrío de todos los chicos que he conocido. Supongo, mi querida Clara, que vos misma lo habeis observado.

— Perdonadme, mi querida Juana, dijo mi madre, pero ¿estais bien segura, — supongo que llevareis á mal que dude, — estais bien segura de comprender á David?

— Me avergonzaria de mí misma, respondió miss Murdstone, si no comprendiese á ese ó á otro cualquier niño. No me alabo de ser muy profunda, pero tengo la pretension de tener sentido comun.

— Sin duda, mi querida Juana, replicó mi madre, vuestra inteligencia pasa los límites de lo ordinario, y...

— No, amiga mia; hacedme el favor de no decirme eso, replicó miss Murdstone con tono desabrido.

— Sí, sí, segura estoy, añadió mi madre, y esa es la opinion de todo el mundo. Me aprovecho hasta tal punto de vuestra rara inteligencia, ó al menos deberia aprovecharme tan bien, que nadie está mas convencida que yo. Así, hablo con temor cada vez que emito una opinion que difiere de la vuestra.

— Y bien, sea, Clara, dijo miss Murdstone ajustando á sus puños sus brazaletes de acero; supongamos que no comprenda á ese niño... Convengo, si así os place, que no le comprendo absolutamente nada; pero quizás la penetracion de mi hermano le permitirá conocer claramente su carácter, y creo que mi hermano hablaba de ello cuando le hemos interrumpido con tan poca discrecion.

— Se me figura, Clara, dijo Mr. Murdstone con voz grave, que hay jueces mas expertos y previsores que vos para poder juzgar una cuestion semejante.

— Eduardo, respondió tímidamente mi madre, bien sabeis que sois mejor juez en todas las cuestiones que no yo. Lo confieso, os reconozco como muy superior á mí. Solo decia que...

— Deciais una cosa sumamente ligera é inconsiderada, respondió Mr. Murdstone. Tratad de no reincidir, Clara, poned cuidado.

Mi madre movió los labios como si quisiese responder : « Sí, Eduardo »; pero no pronunció distintamente esta respuesta.

Entonces Mr. Murdstone se dirigió de nuevo á mí, y me repitió muy seria y desabridamente :

— Noto con disgusto, David, que teneis un carácter sombrío y taciturno. Es un carácter que no consentiré que se desarrolle en mi presencia, y por tanto me esforzaré para corregirlo. David, tratad de corregiros.

— Nosotros mismos debemos corregirlo...

— Dispensad, señor, dije tartamudeando; desde que he vuelto del colegio, no he hecho nada que...

— No echeis mano de una mentira para justificaros, continuó con tal ímpetu, que mi madre extendió sus manos para intervenir entre nosotros. Os habeis retirado á vuestro cuarto con aire mohino; allí habeis permanecido en vez de bajar aquí, y os digo, ahora para siempre, que quiero que permanezcais aquí; ademas quiero que mostreis un aire sumiso; y pues me conoceis, no tengo nada mas que deciros sino que yo lo quiero.

Miss Murdstone se rió aun sarcásticamente.

— Quiero que vuestra conducta sea respetuosa, que me mostreis docilidad y solicitud, lo mismo que á vuestra madre y á miss Murdstone. No quiero que se huya de este salon como si estuviese infestado, y tampoco me acomoda luchar con el capricho de un chiquillo. Así, pues, sentaos.