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VIII
CARLOS DICKENS.

de Nicolas Nickleby, Bernabé Rudge, la Batalla de la vida, los Tiempos difíciles, el Grillo del hogar, son otras tantas muestras de la flexibilidad de su ingenio, esto sin hablar de los Cuentos de Navidad, en donde tanto se advierte la abundancia de su imaginacion realzada con el elemento fantástico, una creacion suya exclusivamente, y en la cual podrá tener imitadores, pero rivales, no los conocemos hasta ahora.

Sin embargo, hay cualidades que son comunes á todas sus obras, y examinando alguna de ellas en sus elementos característicos, podremos comprender en general el mérito literario que las alcanza á todas.

Abramos pues su obra maestra David Copperfield, y desde las primeras páginas veremos que el talento de Cárlos Dickens se distingue por un espíritu de observacion que no deja en la sombra el detalle mas infimo, por un amor á la verdad que sobresale constantemente en la ficcion, y sobre todo por una moralidad que es de tradicion en la escuela inglesa, siempre tan mesurada y tan correcta en punto á costumbres, el gran escollo de las novelas en las literaturas de todos los paises.

A mayor abundamiento, Dickens posee una originalidad incontestable, y sin la cual seguramente las mas altas facultades literarias no bastan para elevar á un hombre á la altura en que él se encuentra; todos sus personajes existen; frecuentemente nos rozamos con ellos en el mundo, nos chocan sus extravagancias, simpatizamos con sus deseos, nos dejamos arrastrar por sus ilusiones, hacemos nuestros sus goces y sus penas, en una palabra, nos conmueven, porque, fotografiados en lo vivo de la realidad, tienen una existencia propia, individual, caracteristica. Asi es que, en cuanto aparecen en escena, ya nos interesan. Salen animados ya del cerebro del novelista, mediante una pasion, un vicio, una mania que nos da á conocer seguidamente, y nuestra curiosidad sigue con avidez la nota dominante de cada uno de sus personajes en el teatro de los sucesos.

Cuando David Copperfield deja la casa de su madre con los ojos preñados de lágrimas para ir á la escuela, adivinamos una epopeya infantil de dolor y de lágrimas que nos conmueve profundamente. Aqui, lo repetimos, es donde mas se marca la originalidad del novelista: el personaje que nos pinta sale á luz, digamoslo asi, con todos los atributos de su existencia, nunca decae, es siempre el mismo, desde su nacimiento hasta su muerte.

Se ha dicho que las figuras femeninas de Carlos Dickens están tratadas con una galanteria que proviene del alma, no del talento; y efectivamente, hallamos un ejemplo de esta verdad en la misma novela de David Copperfield: Dora, la primera esposa del protagonista, es una creacion verdaderamente única. ¿Se puede imaginar nada mas adorable que el carácter de la que á si misma y por humildad se ha dado el titulo de la mujer-niña? ¡Es de ver cómo esta criatura, que ignoro siempre las cosas de este mundo, dirige su hogar doméstico! El pobre David, que la ama con delirio, gime y se desconsuela, porque en vez de la mujer casera que se habia prometido, se halla en realidad con una niña. ¿Y qué hacer? Una palabra, menos aun, una mirada, bastan para sumergir á la pobre Dora en las lágrimas y los lamentos; es preciso que se resigne, que transija: