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DAVID COPPERFIELD.

Solamente adquirí nuevos conocimientos al hacer mi visita ordinaria á la cárcel, y así continué hasta que Mr. Micawber se decidió á aprovecharse de la ley que permite á todo acreedor inglés proclamarse judicialmente insolvente.

— Al menos me devolverán la libertad, decia, empezaré una nueva vida, y ¡quién sabe si esta vez la suerte no me sonreirá!

Quiso que su estancia en la cárcel quedase memorable por un acto de filantropía, y redactó una peticion dirigida á la Cámara de los Comunes, reclamando una variante en la legislacion en materia de encarcelamiento por deudas.

En la misma cárcel habia una especie de círculo, del que Mr. Micawber llegó á ser socio influyente. Comunicó su idea á la reunion y todos la aprobaron fuertemente. Habíase escrito la peticion en un pliego de papel grande; cada cual recibió la invitacion de venir á poner su firma, y se fijó un dia para hacerla sancionar solemnemente, como de costumbre : pedí permiso para que me dejaran libre una tarde, y asistí á la ceremonia oculto en un rincon; mi antiguo amigo, el capitan Hopkins, leia el documento á todos cuantos querian tener conocimiento de él y firmar.

El capitan no se hacia de rogar y hasta mostraba cierto júbilo en su declamacion : cada vez que lo leia, Mr. Micawber lo escuchaba con la atencion vanidosa de un autor, ó mejor dicho con la satisfaccion de un filántropo, que esperaba no invocar en balde, con razones muy patéticas, la sabiduría y humanidad de la justicia.


XI
TOMO UN GRAN PARTIDO.

El dia en que el tribunal del Banco del Rey dictó sentencia poniendo en libertad á Mr. Micawber, se celebró con un gran festin en el círculo de la cárcel. Mistress Micawber me detuvo á su lado para que le acompañase á comer, y brindó por su papá y su mamá.

Me tomé el atrevimiento de preguntarle qué es lo que pensaba hacer su marido así que saliese de la cárcel.

— Mi familia, respondió mistress Micawber, pronunciando este nombre como siempre, con cierto aire... por mas que no pude descubrir qué personas designaba aquella denominacion, desde que papá y mamá han muerto... mi familia piensa que Mr. Micawber debe abandonar Lóndres, y que con su talento... pues lo tiene, ayudado de alguna proteccion local, pueda obtener en Plymouth un empleo en la aduana.

A esta nueva confianza siguió una escena tierna, cuyos detalles suprimo; y, cuando me retiré, estaba sumamente conmovido al pensar que era inevitable nuestra separacion.

Pasé una noche de insomnio horrible, y espantado del aislamiento en que iba a hallarme bien pronto, concebí la primera idea de un proyecto que, poco á poco, se trasformó en resolucion firme.

— Ya no puedo sufrir por mas tiempo, me dijo, la existencia á que me han condenado para siempre Mr. Murdstone y su hermana.

Habia oido hablar muy raramente de los dos hermanos : en dos ocasiones diferentes habian enviado á Mr. Quinion un lio de ropa para mí, con una simple nota que decia que J. Murdstone esperaba que David C... se aplicase en su empleo y cumpliese bien con sus deberes !...

Tal laconismo me probaba que se ocupaban muy poco de mí y de buscarme alguna cosa mejor; así, pues, tenia que procurarme yo mismo de mejorar mi suerte.

Desde el siguiente dia comprendí que la familia Micawber no permaneceria mucho tiempo en Lóndres. Alquiló por una semana una estancia en la misma casa que habitaba yo... Al espirar el último dia, el padre, la madre y los hijos debian ponerse en camino para Plymouth.

Mr. Micawber se presentó á Mr. Quinion, y le dijo que á partir de la semana entrante, ya no se encargaba de mí, añadiendo que la conducta que habia demostrado mientras estuve en su casa, merecia los mayores elogios.

Mr. Quinion llamó al carretero del almacen, que era casado y tenia un cuarto que alquilar. Quedó convenido entre ellos y yo que entraria allí como huesped, y digo que tambien yo convine, porque segun el refran quien calla otorga, no dije nada... pues ya habia tomado mi determinacion.

Los dias que estuvimos aun juntos pasé mis noches con Mr. Micawber y su esposa, cada vez mas encantados de mí y yo de ellos.