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Trayectoria de la condición social de las mujeres argentinas


micilio, el ““switem systen””, la costurerita romántica que mar- chita su juventud inclinada sobre labores de ensueño, por las que recibe la más miserable de las pagas.

Y comienza a invadir en legión las fábricas y talleres. Ca- da día se las admite en nuevas especialidades. Los patronos prefieren a las obreras para muchas tareas porque rinden más y se les paga menos.

Como es la necesidad quien las empuja al trabajo, temen perderlo y los patronos lo saben. Las jornadas son prolonga- das, los descansos exiguos, cualquier tarea parece adecuada para que la realicen mujeres.

La voracidad de muchos patronos no tiene límites. Los ni- ños y las mujeres son dóciles instrumentos para labrar sus for- tunas. Sin guía ni apoyo ni preparación, toman el trabajo que se les ofrece y lo realizan bien. El entusiasmo de ganar un jor- nal, la satisfacción de aportar a su hogar necesitado medios para que subsista, no les permiten preveer las consecuencias mediatas.

La ley llamada “Del trabajo de las mujeres y los meno- res” de 1924, vino a poner algún dique a esta situación. La virtud de nuestro país de ponerse a tono con las convenciones internacionales en la legislación del trabajo, hace que por lo menos en cuanto a las normas escritas, no hayamos quedado retrasados.

Tres factores principales deben concurrir para la eficacia de la reglamentación del trabajo femenino: Una inspección efi- caz para vigilar su cumplimiento; educación de las obreras para colaborar a su correcta aplicación y un organismo espe- cializado que se dedique exclusivamente a ese problema. La falta de esos elementos le ha quitado efectiva validez durante muchos años de su vigencia.

Diez años más tarde se reglamentan los derechos de las obreras en trance de ser madres y fijan el régimen de licencias y se establece el Seguro de Maternidad administrado por una

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