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LIBRO TERCERO.
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EL PIAMONTE.
I

EL LAGO MAYOR.—UN DOMINGO EN LAS ISLAS BORROMEAS.—LA FAMILIA DE SAN CÁRLOS.—MILICIA NACIONAL.—LA CUESTION DE ILALIA.—NOVARA Y MAGENTA.—LLEGADA Á TURIN.

Apenas la blanca aurora habia dado lugar ú que el luciente Febo, con el ardor de sus calientes rayos, las liquidas perlas de sus cabellos de oro enjugase, Mr. Iriarte sacó la cabeza de entre el sudario nocturno que llamamos sábanas, y exclamó solemnemente desde su alcoba, separada de la mía por un pequeño salon:

—Buenos dias.

—Dios te los dé muy buenos, respondió mi humanidad, compareciendo de pronto en este mundo, ó sea despertando repentinamente.

—¿No sabes qué hora es? siguió gritando mi amigo.

—Serán las cinco sobre poco mas ó menos...

—¡Son las seis, señor perezoso! Por las rendijas de los balcones se filtra la luz del día...

En efecto: algunas hebras de oro ú agujas de fuego penetraban en e saloncillo, indicándonos que habia salido el sol.

Una campana tocaba á misa... allá... muy lejos...; pero su son se dilataba puro y melodioso sobre la vibrante superficie del lago, llegando á nuestros oidos como una nota musical. El canto de los pájaros y los gritos de los hombres se esparcian limpios y sonoros por una atmósfera tensa, plácida, tranquila... Todo nos indicaba un dia delicioso.

Nuestro diálogo continuó de esta manera.

—¿Cárlos?

—¿Qué?

—¡Estamos en el Piamonte!..

—Muy mal dicho. Estamos en Italia.

—¡Quiéralo Dios!