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DE MADRID A NAPOLES

La Torre que yo veia era la más estrecha y alta de las dos que encierra Bolonia; es decir, la que lleva el nombre de Asinelli. -Su mole diagonal se dibujaba sobre la masa azul del próximo Apenino.

Poco despues descubrí la otra Torre, llamada Garisenda, más recia, mucho menos alta, pero doblemente inclinada que la Asinelli.- Y ví tambien innumerables cúpulas, campanarios, castillos, tejados chimeneas...: el panorama, en fin, de una importantísima ciudad.

Bolonia es, ó era, la segunda Capital de los Estados Pontificios. Su historia se parece bastante á la de muchas ciudades de que ya hemos ha-¡blado; pero difiere en la predileccion con que siempre la miraron los Papas. Etrusca en su orígen, formó parte sucesivamente del Imperio romano, de las conquistas lombardas y del Imperio de Carlo-Magno. Despues fué República independiente, hasta que empezaron á disputársela varios Príncipes italianos, que la ganaron y perdieron muchas veces, abandonándola siempre en poder de los Pontifices. En el siglo XV vuelve á ser República por otro poco tiempo, é, incorporada nuevamente á los Estados de la Iglesia por el inolvidable Julio II, permanece de este modo hasta 1796, que la invaden los Franceses. Aquí empieza otra era de rápidas vicisitudes para Bolonia. De los Franceses pasa á manos de los Austriacos: piérdenla éstos en Marengo: recóbranla los Franceses: es devuelta al Papa en 1815: sublévase contra él en 1831 (el que hoy se llama Napoleon III tomó una parte muy activa, con las armas en la mano, en aquella guerra contra Roma): es reducida de nuevo por la Santa Sede, con ayuda de los Austriacos: levántase contra éstos en 1848, y lucha desesperadamente durante seis dias... ¡Esfuerzo inútil! Bolonia inclina otra vez la frente bajo los hierros.-Llega, en fin, 1859; y no bien el Austria retira las tropas con que obligaba á vivir bajo el régimen teorático á una Ciudad que lleva por lema en su escudo la palabra Libertas, los boloneses proclaman por unanimidad su incorporacion al naciente Reino de Italia.

Con ser tan interesante y dramática la historia de esta ciudad; al acercarme hoy á ella, no me preocupaban de ningun modo sus vicisitudes políticas. A mí me era familiar bajo otra forma. Bolonia habia vivido siempre en mi imaginacion como patria de la escuela de pintura que lleva su nombre; como arena en que lucharon el llamado Francia, los tres Caracci, el Dominiquino, Guercino, Albano y Guido Reni, y sobre todo, como asiento de las Torres inclinadas. Esta es la verdad. -Tambien resonaba en mis oidos la denominacion de Doctores de Bolonia, que han llevado muchos españoles eminentes, y deseaba ve el Colegio de Albornoz para españoles, fundado hace quinientos años.

Decia que estamos en Bolonia.

La Ciudad se halla rodeada por un muro de ladrillo. Las calles son tristes, irregulares y sombrías. Casi todas tienen pórticos en vez de aceras. La gente me parece habladora y de buen humor. Ello es que el ruido