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DE MADRID A NAPOLES

qué con la vista la tumba de la infame Tarpeia y el lugar por donde fueron precipitados el tirano Manilo y tantos traidores á la patria... Y nada encontré, sin embargo, ni nada pudo reconstruir mi fantasía..,, por lo cual hubo al Un de conten tarse con repetir algunos versos de la tragedia de Antonio Lafosse titulada Manlius CapitoUnus...

En seguida bajé al Foro. — Los blancos fantasmas que había vislumbrado anteanoche á la luz de la luna , aparecieron á mis ojos en toda su fría realidad. Rotas columnas, capiteles hundidos en el polvo, trozos de elegantes cornisas, todo volvió á excitar mi admiración; pero no ya como espectros de generaciones que abandonaban la tumba, sino como muestras patentes de la cultura artística de un gran pueblo.

Pronto pasé cerca de las ruinas del Templo de ^aturno, donde se hallaba el Tesoro de Roma en tiempo de la República: aquel tesoro amasado con la sangre y el sudor de tantos pueblos vencidos , y robado más tarde por César y por su hijo y matador!

Dejé atrás los esqueletos insepultos de otros famosos Templos; los Arcos levantados en honor de grandes triunfos que, sin el auxilio de tales monumentos, hubiera eternizado la Historia; la gigante mole del Coliseo, que no me impuso menos á la luz del sol que á la luz de la luna , y, por ídtimo, abandonando la Via Sacra (camino trazado por monumentos de gloria), pasé bajo el Arco triunfal de Constantino (puerta simbólica, que dio solemne entrada al Cristianismo en la gran Metrópoli pagana), y me dirigí en busca de las Termas de Caracalla.

Nada más imponente que aquel gigantesco edificio, adonde acudía todo ol pueblo romano á bañarse, á comer y á solazarse en varios juegos (todo por cuenta del Estado), mientras era hora de entrar en el Coliseo á cebar sus ojos en el sangriento espectáculo de las luchas de hombres, y de fieras. En aquellas Termas , que no eran las mayores de la Ciudad , habia hasta 1,600 sillas de baño, todas de mármol pulimentado; salones de espectáculos, tertulias, etc. etc. — Hoy sólo queda de tanta grandeza una confusa amalgama de ruinas descomunales; bóvedas agujereadas por donde se ve el cielo; arcos enormes, que subsisten, aun después de haber desaparecido los pilares en que se apoyaban ; recios muros vestidos de rosales silvestres; pavimentos de mosaicos de serpentina, pórfido y otras riquísimas piedras, y, sobre todo, la asombrosa planta del edificio, dentro de la cual se alzarían con holgura, no una, sino varías de las construcciones modernas que pasan por colosales

De las Termas fui á la Tumba de los Escipiones, descubierta en 1780 en una viña próxima á la Puerta de San Sebastian. — Muchos preciosos objetos de arte encerraba aquella catacumba, abierta en un terreno volcánico; pero todos han sido trasladados al gran Museo Pontificio. Lo que no se ha averiguado todavía á punto fijo es sí los Escipiones enterrados en aquel lugar son ó no son los mismos que conquistaron el África , la España y tantos otros países. Como quiera , yo he leído , en una de las lápidas que allí se enseñan, estas palabras, que me han inspirado tanta in-