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DE MADRID A NAPOLES

puede aplicar con una exactitud espantosa la descripción que Zorrilla hace de Pentápolis. Aqui pulula

Aquella muchedumbre
Que, profanando su mortal belleza.
Del vicio en la asquerosa pobiedumbre
Enfangó su feroz naturaleza,
Dejándola sin freno y sin cuidado
Desbocada correr tras el pecado.

La calle principal de Nápoles, su gran boulevard, es la Calle de Toledo, llamada asi, del ilustre virey don Pedro de Toledo, que la mandó abrir cuando el Reino de Nápoles era una Provincia española. — La tal calle, que no es muy ancha, y consiste en una áspera cuesta de media legua de longitud, recuerda nuestras ciudades antiguas, por el aspecto romancesco de las casas, cuyo balconaje saliente y ostentoso dá sombra á veces á escudos heráldicos de Castilla y Aragon. — Aquella via es una especie de valle ó rio, al cual descienden como arroyuelos muchas calles rectas y empinadas, dispuestas algunas en escalones.

A su comienzo, en el Largo (plaza) de San Ferdinando, se encuentra el célebre Café de Europa, eterno foco de conspiraciones , y centro hoy del entusiasmo y la algazara. Nunca he podido alcanzar en él un puesto, ó sea una mesa desocupada: en cambio, allí cerca, hay un Café y Riposto (fonda) sostenido por un reaccionario ó borbónico , al cual asiste muy poca gente, y donde honran, siempre que vamos, nuestra habla española, dándonos de comer muy hien.

Pero nuestro restaurant favorito para almorzar, es el muelle de Santa Lucia (en donde habitamos una casa cuyos balcones caen al mar y dan frente ni Vesubio)... — ¡El Vesubio! De noche, nos pasamos largos ratos contemplándolo desde aquellos balcones. — En lugar de humo, percibimos tres enormes ascuas, y de tiempo en tiempo, una llamarada de color de púrpura que ilumina el golfo. — Y es que el Volcan está en erupción hace pocos dias, y la lava corre, aunque no mucho...

Ya explicaré más adelante lo que todo esto significa...

Volvamos ahora al almuerzo.

Por la mañana nos salimos ala calle, donde, como he dicho, hay un vasto mercado ó vivac; y allí almorzamos, al aire libre, higos chumbos, ostras del Lago Fusaro (las mejores del mundo), pescados que vemos sacar del mar y freír, y vino de Capri , aromático y generoso como los mostos andaluces.

La multitud circula en torno nuestro, sin reparar en nosotros ni en la mucha gente que almuerza de la misma manera...

Entre tanto, nosotros reparamos en que las napolitanas son feas por lo general. No así los napolitanos.

Los lazzaroni , medio desnudos , cantan , silvan ó vocean tendidos al sol.