Ir al contenido

Página:De Madrid a Nápoles (1878).djvu/622

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
570
DE MADRID A NAPOLES

Colgado sobre él, he creído estar asomado al corazón humano, viendo la cuna de las pasiones , la raiz de los sentimientos , los estragos de la desventura...

Aquí la turbacion, aquí el gemido,
aquí la guerra , aquí los hondos males
tienen reinado eterno.....

murmuraba yo, recordando unos versos de Carolina Coronado.

— Aquí (decíame) se ven las entrañas de la tierra: de aquí brotan metales y betunes, piedras y gases, revueltos y confundidos, como van mezclados en la sangre todos los elementos de nuestra vida : aquí late en su origen la actividad del Planeta. La perpetua fecundidad del mundo exterior; la reproducion incesante de los principios generadores de anímales y plantas; los siempre vistosos colores de la primavera; la rica savia que se torna en frutos ; la sal incorruptible que renueva lo que muere y sazona lo que nace; el calor vital y la fuerza progresiva que anima y sostiene, inspira y multiplica las variadas formas de la terrenal materia , todo eso se comprende por este movimiento oculto, por este fuego activo, por esta agitación constante que reside en el corazón del globo. — Los latidos de ese corazón, yo los oigo, yo los siento ahora: esta palpitacion intermitente que lo agita , no es más que el sístole y díástole cuyo pausado ritmo señala los instantes de la vida de la Tierra.

Tales han sido mis reflexiones durante esos diez minutos, cuando el horror y el miedo daban treguas á mi alma. — Por lo demás, y sí hubiera de seguir los impulsos instintivos de mi naturaleza (lo declaro francamente) , ni un solo momento permanecería aquí después que me he asomado al fondo del Cráter. Pero, como estoy seguro de que jamás he de volver á subir á este Monte, y sé que no todos los días, ni siquiera la mitad de los del año, se dan casos de que el Volcan devore á los que lo visitan, me decido á pasar algunas horas en este íníierno , no sin invocar antes mi buena estrella y jurarle que, si libramos hoy con vida, lo cual es bastante fácil, mañana perderemos de vista estas regiones de mortales riesgos y pondreiuos el rumbo hacia la Patria, — donde, por la misericordia de Dios, no hay volcanes por ahora.

Los que hayan sentido un terremoto, comprenderán el miedo miserable que respiran estos discursos. — El hombre de más ánimo transigirá con otros peligros de muerte. La inundación, el incendio, la guerra, el frío, el naufragio..., todo esto ofrece alguna ráfaga de esperanza á la temeridad del hombre... Pero, cuando la tierra tiembla; cuando el abismo se abre; cuando el mundo que nos sostiene se aniquila..., ¡qué somos, qué podemos ser, qué hemos de esperar los débiles mortales!

Contra el Vesubio encolerizado no habría defensa, ni grados en la desdicha. — El tránsito seria de la vidaá la pavesa, del ser á la nada.

¡Y luego, el terror al cataciímo; el duelo natural do la criatura al ver desorganizarse la creacion !...