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DE MADRID A NAPOLES


¡Oh vida segura! ¡la mansa pobreza!
¡dádiva santa desagradecida!


Y quién pretendió volvernos al estado puramente animal; quién hacer una familia de todos los hombres, con un Padre á la cabeza; quién abolir lá propiedad particular; quién hacernos á todos ricos propietarios. — ¡Entre tanto la filosofía importada de Alemania se afanaba por explicar los misterios de la creacion y por razonarlo y analizarlo todo; la vida, la muerte, la eternidad, lo conocido, lo desconocido, el alma, el universo. Dios! — Y uno dijo que cada hombre era un Dios, y otro que Dios no era sino la humanidad, y otros que todo era Dios y Dios era todo, y algunos que Dios no era nadie

¡Ah! ¡el humanismo!... — El humanismo quitó á los pobres su caudal de miedos y respetos. — La sublevacion de los desgraciados ha sido la consecuencia!

Los poderes se crean hoy humanamente. El sufragio universal improvisa un rey. La ley es obra del que ha de obedecerla. En adelante el crimen puede llamarse voto particular, filosofía propia, insurreccion del individuo, protesta de su autonomía. — Y en último resultado, la ley residirá en la fuerza.

Por lo demás, el hombre ha dotado á Francia muy grandes cosas desde que representa el papel de Dios. — El la ha llenado de hospicios, de hospitales y de otros establecimientos de beneficencia; él ha fundado sociedades de seguros contra incendios y contra la quinta; él ha creado las cajas de ahorros; él instituirá con el tiempo alguna cosa que asegure á sus semejantes contra la melancolía, contra los disgustos domésticos y contra el dolor de muelas; él ha propuesto los premios á la virtud!!!... él ha planteado asociaciones de socorros mutuos; él vela por la salubridad pública del modo que sabéis; él recoge á las arrepentidas; él fomenta la cria de las ostras; él perfecciona la estadística universal, y sabe (como Dios lo sabia antiguamente), cuántos seres hay sobre la tierra, cuántos de ellos son crimínales, cuántos se han casado jóvenes, cuántos enviudaron, y hasta quizás cuántos están tristes, cuántos creen en la amistad, ó cuántos son aficionados á la música

¡Oh!... sí: desde que cada hombre tomó en Francia la administración de sus intereses; desde que dejaron de esperar cosa alguna de la Gracia de Dios; desde que cada cual vive por su cuenta, la Nacion y los ciudadanos son tan felices que da gloria pensar en ello. — ¿Qué? ¿Lo ignorabais? ¿No habeis reparado en el sello de paz y de alegría que resplandece en la frente de la juventud de París? ¿No llevais tambien la estadística de los suicidas? ¿No sabéis leer en los corazones? ¿No os edifica ver en ellos tanta fe, tanta esperanza, tanta ilusión, tanta poesía, tanto desinterés, tanto heroísmo.?

¡Ah! ¡Desventurados! ¡Desventurados de vosotros si no se os alcanza la razon de mi amarga ironía!— Con vosotros hablo, demócratas de