baja, señalando á Carlos: «Me parece que Ud. tiene mejor gusto que su esposo.»— Este recuerdo la hizo comprender que todo el mundo estaba al corriente de las aventuras del marido libertino por quien ella había sacrificado sus más violentos deseos carnales y sus más sinceros impulsos sensitivos. En menos de una hora, toda su ternura trocóse en un deseo nervioso de venganza.
Llamó á Alina por segunda vez, y la preguntó si conocía las señas de Carlos, el antiguo secretario del marqués.
— El Sr. Llorede —continuó— está al corriente de nuestros asuntos y necesito verle en seguida para que me dé algunos datos importantes.
— Si la señora quiere —repuso la doncella— iré á buscarle ahora mismo, pues vive aquí muy cerca.
— Sí —terminó Liliana—; ve en el acto, pero antes da orden en la cocina para que sirvan la comida... No tardes, Alina...