Llorede se echó á reir.
— Ya encontraremos ocasión de besarnos durante la comida.
Al entrar en el comedor del «Círculo de los Intransigentes», Carlos y Liliana fueron objeto de una ovación burlesca y entusiasta.
— ¡Viva el desertor!
— ¡Viva la princesa!
— ¡Una copa á su salud!
Y todos aplaudían, contemplando á los recién llegados.
Robert se puso, al fin, de pie, y dijo con una gravedad traducida del inglés:
— «Mis buenos señores y mis excelentes señoras: he aquí á nuestro diplomático colega Llorede, y á su no menos diplomática musa. Ambos son jóvenes y ambos son algo guapos, á pesar de no tener ojos de violeta ni cabellos de luz... Contempladlos atentamente, y figuraos cuán apetitosos deben ser al estar desnudos en sus respectivos lechos. En nombre de los circunstantes, propongo que el