Página:Dellepiane Dos patricias ilustres.djvu/195

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lia, ya señoritas, vinieron a reunir en sus donosas personas, aparte de los encantos físicos, y las gracias espirituales de que no escaseaban, el atractivo, tampoco des- deñable, de sus bien provistas hijuelas, li- quidadas y en propia mano. Su entrada en sociedad constituyó el más halagiieño de los éxitos. Los más apuestos galanes se dis- putaron el deber de atenderlas y cortejar- las; todos los vates de salón las cantaron en versos esproncedianos, y uno, que no se en- contraba en esa categoría, pero en cambio era a ratos poeta de verdad, Ricardo Gutié- rrez, dedicó a Julia uno de sus libros poéti- ticos y dejó autógrafa en el álbum de Carmen aquella sentida composición, delicada y me- lancólica como todas las suyas, cuya primera estrofa dice así:

Baje a tu hogar la bendición del cielo Con la lumbre del sol en la mañana,

Y el fiero espectro de la muerte impía No haga ronda, en la noche, a su muralla.