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eva i ada

Las mujeres llevaban vestidos talares de un corte que me pareció admirable, i tanto mas singular, cuanto que siendo diferentes, tenían entre sí mucho de comun, i se veia que estaban concebidos bajo un mismo plan i una misma idea. No habia ningun color dominante, parecia que cada cual habia elejido con el mayor cuidado el que mejor le convenía, segun las tintas de sus respectivas fisonomías, segun la apariencia de edad, el estado de gordura i desarrollo físico, i aun mas, me acuerdo perfectamente, estaba tambien relacionado con el carácter aparente de su dueño. Esta caprichosa eleccion de colores era, sin embargo, de una armonía estraña i hacia que todas se viesen bien, como se dice vulgarmente. No solo el corte i el color parecían seguir ciertas leyes de eleccion, sino tambien la naturaleza del jénero, que los habia de mui varias especies i materias. Era, en fin, ese jénero de variedad i de armonia que se nota entre las flores i plantas de un jardin, en el que todo es bello, aunque no sepamos el por qué.

Debo recordar que esta vez me sentí fuertemente fastidiado de mi invisibilidad que me impidió ponerme al habla con muchas de esas criaturas.

Me olvidé, como era natural, de astrónomos i sabios i me entregué a seguir la sociedad femenina en su paseo alrededor del gran salon.

Una pareja de jóvenes asidas del brazo llamó preferentemente mi atencion i persuadido de mi