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que martirio

llevando a las mas bellas criaturas que jamas he visto. Por un movimiento casi involuntario, me coloqué entre ellas i me sentí suspender en el aire en la mas amable de las compañías, hasta la primera de las galerías, que distaba del suelo nada ménos que diez metros.

—Entre tanto, Eva enlazando al parecer una conversacion anterior, voi, dijo, a mostrarte, querida Ada, un trabajo suyo que ha llamado la atencion del cuerpo sabio i se le ha permitido ocupar este lugar.

Confieso que este suyo me sonó mal, i me entró un fuerte afan de conocer su nombre, que sin saber cómo, empezó por serme antipático aun ántes de conocerlo.

—Tengo curiosidad, dijo Ada, de ver sus trabajos, porque es una gracia en un jóven conseguir tales resultados. El me ha prometido enviarme algo para adornar mi estudio, pero esta promesa tiene ya tres años...

Yo me mareaba.

—Hé aquí, dijo Eva, una obra que, segun opina mi padre, es digna de ser considerada.

Diciendo así, señalaba un precioso bajo-relieve de dimenciones sorprendentes i de excesiva finura en los detalles. Era el frente de San Pedro en Roma, tomado de una vista fotográfica i reproducido de dos metros de alto, con una precision incomprensible. Las estatuas del frente, dejaban ver las trazas orijinales del cincel. Las junturas