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me morir con los que trabajan y llaman con tanto denuedo a las puertas del porvenir, despertando incluso a los muertos en sus sepulcros del pasado.

—Tienes razón. El pasado entero no es nada en comparación con lo que se acerca.

—Sí, no es nada.

—Me parece no haberte conocido hasta ahora. ¿Quién eres?

Se echó a reír con una risa tan sonora como si realmente no tuviese más que diez y siete años.

—A mí también se me figura no haberte conocido hasta ahora.

Hace mucho tiempo que ocurrió todo esto. Los que duermen en la actualidad el hondo sueño de una vida gris y mueren sin despertarse no me creerán; pero, en aquella época, hasta diríase que el tiempo había desaparecido. El sol salía y se ponía, las agujas de los relojes señalaban las horas y los minutos, y el tiempo, con todo, no existía. Muchas otras cosas grandes, admirables, ocurrían en aquella época, y los que duermen el hondo sueño de una vida gris y mueren sin despertarse no me creerán.

—¡Hay que ir!—dije.

—Espera; voy a darte de comer: no has comido nada. Y mira si soy prudente; yo iré mañana. Dejaré en cualquier parte a los niños y vendré a reunirme contigo.

—¿Somos, pues, camaradas?

—¡Sí, somos camaradas

El aroma del campo penetraba en la habitación