nes fuertes imponiéndose por ta organización, apoyadas en el sentimiento de la Patria, y sustentándose por la convicción de la propia superioridad. Pasó la época de los liberalismos imprevisores, de las demagogias estériles, de los personalismos inútiles y sembradores del desorden. A la democracia política se la substituye por la democracia económica, donde el Poder, emanado directamente del Pueblo, instituido para la defensa de sus intereses, organiza el trabajo como fuente del engrandecimiento nacional, y nó como medio y camino franco para las fortunas privadas. No hay más condescendencia para con los regimenes apoyados en privilegios y distinciones; subsisten, apenas, los que incorporan toda la nación en los mismos deberes, y ofrecen, equitativamente, justicia social y oportunidades en la lucha por la vida.
La disciplina politica ha de fundarse en la justicia social, amparando el trabajo y al trabajador, para que éste no se considere un valor negativo, un paria al margen de la vida publica, hostil o indiferente a las sociedades en que vive.