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D. FRANCISCO FERNÁNDEZ DE LA CUEVA

A la probanza va enderazado el opúsculo de D. Antonio Rodríguez Villa que se me encarga examinar, indicándolo desde luego el título puesto en la portada, y sabiendo la Academia que cada uno de los trabajos de este ilustrado correspondiente suyo, resuelve un problema, ilumina un lugar oscuro ó exhuma peregrinas noticias, conceptuará sin aventura que el presente realiza el propósito en que se inspiró. Es así: Con testimonios del general en jefe, de capitanes presentes, de memoriales ó relaciones de la época y de cédulas reales de reconocimiento y estimación, patentiza que, iniciador el duque de Alburquerque del combate, rompiendo la vanguardia enemiga y tomando la artillería; envuelto por excesivo ardor; herido, dos veces prisionero; librándose con la espada, una y otra y otra vez, llevó á la carga el resto de la fuerza que mandaba, hasta hacerlo sólo con los oficiales, mientras llegaba el momento doloroso de la retirada, que verificó con el caudillo principal «en aquella rota en todo caso grande, pero no nunca vista ni representada.»

Las otras vicisitudes de la batalla no distraen al autor del objeto intentado; bástale poner á la vista la brevedad con que la Historia de los príncipes de Condé las narra, y extrañar que el escritor, juez respetable en asuntos de honor militar, estampe, sin consideración ni fundamento serio, asertos capaces de manchar una reputación respetable también. Pero se extiende, en cambio, bosquejando la vida del personaje lastimado, á fin de que el juicio del lector, con la serie de acciones señaladas, discierna y contraste su espíritu «siendo, por decirlo así, el retrato de cuerpo entero.»

El duque de Alburquerque, joven, independiente, gozando por alcurnia y situación de vida placentera, de propia voluntad contra la de los suyos, tomó al hombro la pica de soldado, hallándole en primera fila los franceses que asediaron á Fuenterrabía, por donde, con justicia, puede figurar en la historia de los príncipes de Condé. Dos campañas hizo después con la misma pica en Flandes, ascendiendo por sus pasos á Maestre de campo de un tercio de infantería española que vistió á su costa y á la cabeza del cual subió á pecho descubierto por las trincheras de Chatelet, ganando siete piezas de artillería al romper los regimientos de Bresse y del Piamonte, bien conocido el último de los españoles que, al decir del duque de Aumale, le apellidaban el Bizarro [1]. El crédito merecido

  1. «Piamonte, el más popular, el mejor ejercitado. Los españoles le apellidaban el Bizarro, el valiente entre los valientes; y por cierto que lo conocian bien, pues fué el que los detuvo en Corbié el año 1636, y lo encontraron en otras partes. Si hubiera sido sostenido cuando atacaron el bosque de la Marfée, en 1641, ó al defender después la abadía de Bon-
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