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COMO GUSTÉIS.

tradición no me despoja de mi sangre, aun cuando hubieran veinte hermanos entre vos y yo. Tengo en mí tanto de mi padre como vos, aunque confieso que el nacer antes que yo os acerca más á su respeto.

Oliverio.—¡Qué! ¡Muchacho!

Orlando.—Vamos, vamos, hermano mayor, en esto sois demasiado joven.

Oliverio.—¿Y pondrás tus manos en mí, villano?

Orlando.—No soy villano. Soy el hijo menor de sir Rowland de Bois. Él fué mi padre; y es tres veces villano quien dice que semejante padre engendró villanos.—Si no fueras mi hermano, no apartaría esta mano de tu garganta hasta haber arrancado con la otra la lengua que tal dijo. Te has injuriado á ti mismo.

Adam.—(Avanzando.) Apaciguaos, mis gentiles señores. En nombre de la memoria de vuestro padre, tened armonía.

Oliverio.—Suéltame, te digo.

Orlando.—No lo haré hasta que me plazca. Tenéis que oirme. Mi padre os encargó en su testamento darme buena educación. Me habéis educado como á un gañán, oscureciendo y ocultando de mí todas las cualidades propias de un caballero. El espíritu de mi padre cobra fuerza en mí, y no sufriré eso más tiempo. Por consiguiente, permitidme los ejercicios que cumplen á un caballero, ó dadme la escasa suma que me fué legada en su testamento. Yo trataré de probar con ella fortuna.

Oliverio.—¿Y qué irás á hacer? ¿Mendigar cuando la hayas gastado? Bien, señor mío, no me molestaré por vos mucho tiempo más: tendréis alguna parte de lo que deseáis. Os ruego que me dejéis.

Orlando.—No deseo molestaros más de lo que exige en conciencia mi propio bien.

Oliverio.—Márchate con él, perro viejo.