Página:Dramas de Guillermo Shakspeare - Volumen 2 (1883).pdf/117

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
105
COMO GUSTÉIS.

de pensar mal de mí, aunque me reconozco culpable de negar cosa alguna á tan bellas y eminentes señoras. Pero acompáñenme en la lucha vuestras hermosas miradas y benévolos deseos; que si he de ser vencido, no tendrá que avergonzarse sino uno que jamás fué favorecido; y si recibo la muerte, sólo sucumbirá uno que ya sobrado la desea. Ni causaré pesadumbre á mis amigos, desde que no tengo uno para deplorarme; ni mal alguno al mundo, en el cual nada poseo; y el lugar que en él ocupo, será ocupado mejor cuando yo lo deje vacío.

Rosalinda.—Quisiera añadir á vuestra fuerza la muy poca que hay en mí.

Celia.—Y yo la mía para aumentar la suya.

Rosalinda.—Adios. Ruego al cielo estar equivocada en cuanto á vos.

Celia.—¡Ojalá se cumplan vuestros deseos!

Carlos.—¡Ea! ¿Dónde está ese valeroso joven que tanto afán tiene por yacer en su madre tierra?

Orlando.—Presto, señor; pero sus deseos son más modestos.

Duque.—Sólo probaréis una suerte.

Carlos.—Aseguro á vuestra alteza que no tendrá ocasión de rogarle para la segunda, después de haber intentado con tanto empeño disuadirle de la primera.

Orlando.—Pensáis burlaros de mí después. No deberíais burlaros antes. Pero probad como gustéis.

Rosalinda.—Que Hércules os asista, ¡oh joven!

Celia.—Quisiera ser invisible para atrapar por una pierna á aquel hombronazo. (Carlos y Orlando luchan).

Rosalinda.—¡Oh extraordinario joven!

Celia.—Si pudiera lanzar de mis ojos un rayo, ya sé quién había de caer.

(Carlos es derribado.—Aclamación).

Duque.—Basta, basta.