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COMO GUSTÉIS.

adonde quiera que hayan ido, seguramente ese joven las acompaña.

Duque Federico.—Enviad adonde su hermano, y traed aquí á ese valiente. Si se ha ausentado, traedme á su hermano. Yo haré que lo encuentre. Haced esto al instante, y no haya tregua en la investigación y diligencia para hacer regresar á esas locas fugitivas.

(Salen.)
ESCENA III.
Delante de la casa de Oliverio.
Entran ORLANDO y ADAM, que se encuentran.

Orlando.—¿Quién está ahí?

Adam.—¡Cómo! ¿mi joven señor? ¡Oh mi buen y amado señor! ¡Oh vos, memoria viva de sir Rowland! ¡Cómo! ¿Qué hacéis aquí? ¿Por qué sois virtuoso? ¿Por qué os aman las gentes? ¿Y por qué sois gentil, fuerte y valeroso? ¿Por qué tomaríais tan á deseo el vencer al membrudo luchador del caprichoso duque? Demasiado aprisa ha llegado aquí antes que vos vuestra alabanza. ¿No sabéis, señor, que para cierta clase de hombres sus buenas prendas les sirven sólo de enemigos? Así os sirven las vuestras. Vuestras virtudes, mi gentil señor, son para vos santificados traidores. ¡Oh! ¡qué mundo éste en el cual la nobleza de alma atrae el veneno al que la posee!

Orlando.—¿Pero qué acontece?

Adam.—¡Oh desdichado joven! No paséis por estas puertas. Bajo este techo vive el enemigo de todas vuestras virtudes. Vuestro hermano (no, no hermano, y sin embargo es hijo—pero no, no es hijo—no quiero llamarlo hijo—de aquel á quien iba á llamar su padre) ha oído vuestras alabanzas, y se propone incendiar esta noche el alojamiento en que acostumbráis